lunes, diciembre 25, 2006

TODOS TENEMOS NUESTRO CORAZONCITO


A estas edades a las mujeres nos suele ocurrir una cosa. O dos cosas, pero solo me interesa hablar de una de ellas.
Y me voy a circunscribir estrictamente a las separadas, que creo que en nuestro ámbito somos mayoría. Puede suceder que la separada esté deseando matrimoniar otra vez, rápidamente y con el primero que caiga, pero no es este el caso al que quiero referirme.
Hay mujeres que preferimos mantener una vida independiente, con relaciones amorosas satisfactorias, pero “de la puerta hacia fuera”. Y en esta situación realmente maravillosa de estabilidad vital y emocional, a la que hemos llegado superando siglos de educación tradicional en la que nos programaban para vivir en pareja y supeditadas a ella, nos encontramos con situaciones muchas veces frustrantes, pero también paradójicas o simplemente chocantes y divertidas.
Los hombres también han sufrido sus siglos de “programación” emocional, han crecido educados para no dejar traslucir sus sentimientos, para ir de donjuanes por la vida, para llevar la voz cantante en las relaciones, para tener que asumir todas las iniciativas, etc. Les han enseñado que es complicado ligar, y que normalmente las mujeres no nos dejamos. Que tienen que pagar un precio a cambio del sexo, bien en efectivo y por adelantado, bien a largo plazo y en forma de manutención vitalicia (matrimonio). Les han enseñado, poco más o menos, que las mujeres no damos nada gratis. Y es normal, porque a nosotras nos han educado para reclamar ese pago.
Pero los tiempos han cambiado mucho. Somos independientes y no necesitamos la protección tribal ni económica del hombre. Vivimos estupendamente solas, o solas con nuestros hijos, y nos las arreglamos estupendamente. En muchos casos hemos llegado a la conclusión de que no nos compensa tener un hombre en casa porque son más los problemas que las satisfacciones que la convivencia con él nos proporciona. Y, cuando tenemos una relación, decidimos mantenerla fuera.
Los hombres, creo yo, pasan por una etapa inicial en la que piensan algo así como que esto es jauja. Encuentran mujeres que no solo no dicen que no ni se muestran renuentes ante sus avances, sino que llegan incluso a llevar la iniciativa en el proceso de la seducción. Tratan de aprovechar todos los planes y de momento disfrutan, pero... llega un momento en que la autoestima se va desinflando. No se sienten protagonistas, que es para lo que están condicionados. Y, además, llega un momento en que incluso se sienten utilizados. Hay muchos momentos en que los hombres no se sienten cómodos. Como, después de todo, también tienen sentimientos, llegas a oír reproches tales como “a ti lo único que te interesa es el sexo” (¡¡¡....!!!), “me estás utilizando”... y reclaman gestos de ternura, caricias, abrazos, llegan a pedirte que les digas que les quieres y empiezan a pretender quedarse en tu casa por las noches.
Todos tenemos nuestro corazoncito y nuestras contradicciones. El tema es largo y continuará, espero.

viernes, diciembre 22, 2006

APRENDAMOS DE ELLOS... AUNQUE MEJOR NO


Entre las mujeres que estamos solas se suele decir que los hombres están difíciles de “pillar”, y que el que merece la pena está ya pillado. También que sólo quieren sexo.
Ahora cualquier pelagatos se las da de play-boy. Estos son los que cuando se despiden te dicen “nos vemos”, por no decir “no nos volveremos a ver”, típica valentía ibérica, o quizás quieren decir todo lo contrario “me gustaría volver a verte”, pero entonces es el orgullo ibérico el que asoma (la otra pata del bicho).
Pues estos seres tan curiosos que andan pululando en bares, chats y ambientes nocturnos, debajo de esa fachada de animal en celo y de más o menos pelo con olor a Armani u otro perfume de marca, resulta que también son personas. Entonces ves que te cuentan cosas que no se atreven a decir a nadie porque en su círculo tienen que mantener una fachada, que quieren que les acaricies, que te besan tiernamente, incluso te sorprenden diciendo “abrázame”, y te abrazan fuerte porque un día sintieron cariño al abrazar a alguien así y lo están echando de menos, y te estrujan como a un limón porque en ese momento eres su posesión, esporádica pero es lo que de verdad desean, poseer a alguien.
Y quien dice que una mujer que lleva una vida tranquila, perfectamente organizada, completa en su pequeño mundo laboral, familiar y social, con su tiempo ocupado en mil historias de aficciones, deporte, amigos y obligaciones por supuesto. Y que en el lado sentimental valora la amistad y la familia. Y el amor que tuvo un día y ahora no tiene lo recuerda con ese abrazo con el ligue en cuestión, que por unos momentos se convierte en persona cómplice de su soledad. Mientras, quizás algún día, llegue esa persona que sí pueda formar parte de su mundo, pero que de verdad merezca la pena.
Esta es otra forma de vivir, sola pero con compañía.
Como ellos también podemos ser inaccesibles, para todos excepto para aquel que nos entre con un amor que realmente sea grande.

APRENDAMOS DE ELLOS, ¿POR QUÉ NO?


De niña leí “Cinco horas con Mario”, pero fue de mayor cuando me fascinó, será porque me identificaba con esa señora que tenía horas de reproche guardados. Creo que con cinco horas me quedaría corta para poner verde a mi último “ex”, aunque en verdad cinco minutos y ya le dedico mucho de mi valioso tiempo. Esto es para quedar bien, porque no debería confesarlo, pero sumando todos los ratitos que se me ha ido la cabeza a “las verdades que le diría”, se me queda corta hasta la enciclopedia Espasa.
Bien pensado, prefiero dedicar mis pensamientos a los posibles y a los futuribles. Aclaración: futurible no significa que vaya más allá del próximo fin de semana, que las relaciones interpersonales entre sexos opuestos están más que pasajeras, volátiles. Es como ese chiste del que va al médico y le cuenta su problema de eyaculación precoz. El médico asombrado dice “¡coño!”, y el paciente “¡Ahhhhh!”
Ligar se liga fácilmente, ahora ojito con saber nadar y guardar la ropa, que con los hombres hay que andar entre tiburones y cabrones, poquitos se salvan. Con lo que, en la gran mayoría de los casos, podemos seguir comprobando que no avanzamos, que los tíos tienen la sensibilidad en... ya sabemos dónde.
¿Y si nosotras hiciéramos lo mismo? ¿Y si nos mostramos con ese mismo tipo de “sensibilidad”?
Ánimo, que como dice el dicho, si no puedes con ellos únete a ellos. Creo que vamos aprendiendo...

sábado, diciembre 16, 2006

CONNOTACIÓN Y DENOTACIÓN: USOS DE LA PALABRA “SEÑORA”


Ya hace años que la Real Academia decidió por decreto eliminar del uso y de la norma la palabra “señorita”. De momento, en vano. Los señores de cierta edad o de cierta indumentaria (léase traje y corbata) siguen llamando a las mujeres “señora” o “señorita” previa evaluación de su posible edad o estado civil. Y, por lo menos, no te preguntan como hace años “¿señora o señorita?” para averiguar si eres casada o soltera, y aún menos mal, como hace décadas, si respondías “señorita” (educadamente y en lugar de un merecido “¿y a usted que le importa?”), si respondías “señorita”, “será porque usted quiere”. Esto daría para otro artículo, porque este cumplido significaba que tu belleza y prestancia no merecían quedarse en la tan despreciada “soltería” (despreciada solo cuando afectaba a la mujer, “solterona”, frente al hombre, siempre “soltero de oro”).
Las señoras también, y sobre todo si son de cierta edad, siguen usando el término “señorita”, abusiva y compulsivamente, al referirse a las vendedoras, cajeras o similares, aunque sean muy mayores, pobrecillas. Imagínome llamando “señorito” al bien trajeado caballero que atiende la sección de hombres del Corte Inglés...
Y los chavales siguen llamando “seño” o “señorita” a sus profesoras, pero ese es otro tema. Lo curioso es que también fuera del ámbito escolar siguen haciendo diferencias. Y se asombran si les explicas que “señorita”, “mademoiselle”, “fraulein” y demás se ha eliminado de las respectivas normativas lingüísticas de los países de Europa.
Pero no es este el tema. El tema es que la lengua es el vivo retrato del hablante. Y por lo que yo observo a mi alrededor, he de decir...
... que a veces, bastantes veces, oigo decir “señora” con cierto tono despectivo.
... que nunca, absolutamente nunca, oigo decir “señorita” en ese tono, precisamente.
... que jamás se escucha “señor” con matices despreciativos.
... y que “señorito”, siempre, se dice de esa manera.
Porque ocurre que: “señorito” nunca ha sido una palabra que se diferencie de “señor” por semas relativos a edad o estado civil. Esa palabra ha aludido a un status social privilegiado y de escasa actividad laboral, que terminó por considerarse despreciable.
Porque ocurre que “señorita” ha implicado siempre una denotación de mujer joven y deseable, y se ha utilizado incluso con intención de cumplido al utilizarla con mujeres que ya eran un poco maduritas... (provocando el sonrojo, síntoma de decencia, los aspavientos que eran la respuesta en los antiguos y elaboradísimos códigos de ligoteo)...
Porque ocurre que decir “señor” siempre ha supuesto valorar al interlocutor, especialmente. Lo ha usado el mayordomo con el amo, lo ha usado el o la joven con el anciano, ha servido para valorar en la alocución la prestancia del caballero...
Pero... la palabra “señora” la he escuchado de todas las maneras. Y voy a contar una anécdota:
Estaba yo embarazada de mi hijo Daniel. De siete u ocho meses. Muy ostensible el embarazo, vamos. Había perdido o me habían robado mi Visa, y yo había solicitado una nueva en el banco. Al intentar recogerla, habiendo en la sucursal una cola de veinte metros al menos, el obsequioso empleado de banca no la ubicaba en el lugar correspondiente.
- Estará a nombre de su marido.
- Imposible, la Visa es mía, no es una tarjeta asociada.
Otro vano intento de búsqueda. El hombre mira por detrás de mi hombro izquierdo, calculando mentalmente la longitud de la fila de clientes expectantes. De regreso, la mirada sigue la curva de mi pronunciada barriga y parece impacientarse.
- No figura. ¿Seguro que no puede haber sido enviada a nombre de su marido?
- No, no, la cuenta está solamente a mi nombre.
Al escuchar esto, ya me dispara la mirada brevemente, de abajo arriba (está sentado), por encima de las gafas y del mostrador de mármol, y se levanta, como buscando aliados entre los evidentemente molestos clientes que esperan... y suelta...
- Se-ño-ra (léanse todas las sílabas como tónicas), la tarjeta no está aquí. Es evidente que tiene que haber llegado a nombre de su marido.
- La palabra “señora” sonó como un escupitajo. Yo miré a mi alrededor, miré a los circundantes o mejor, coli-ndantes, que impacientes parecían darle la razón (julio, mediodía...).
Me armé de valor. Miré fijamente al empleado. Traté de mirar también al mismo tiempo a mis pacientes colistas. Y dije despacito pero alto, acariciándome tranquila el bombo:
-Verá usted, es imposible que la tarjeta haya llegado a nombre de mi marido por la sencilla razón de que soy SOL-TE-RA.
Ni que decir tiene que la tarjeta apareció a los cinco minutos.
Y es que ocurre que en muchas ocasiones la palabra “señora” es sinónimo, para el que la pronuncia, de discapacitada psíquica. Implica varios semas: maruja, negada tecnológica, incapaz de comprender cualquier término científico, judicial o médico.
Sobre el término “maruja”, no hay mucho que decir. Si alguien pregunta por la “señora” de la casa es porque trata de venderte algo, y, ya se sabe, tenemos menos resistencia al hostigamiento o somos más proclives al consumismo.
Otro caso: te falla la batería del vehículo. Es más frecuente que eso nos pase a nosotras, porque nuestro parque móvil suele ser (ya cada vez menos, gracias a la divinidad y a nuestro esfuerzo) más antiguo y de menos caballaje que el de nuestros maridos. Pero si a un hombre se le para el coche en un lugar inconveniente, todo el mundo tiende a pensar que se trata de una grave avería, un imponderable. Si le ocurre a una mujer, que se le ha calado, por torpe. Así que se detendrán a auxiliar al caballero, pero obsequiarán con sonoros pitidos a la “se-ño-ra”, y pasarán de largo. Menos mal que existe Mapfre.
Por supuesto, el caballero que ejerce cualquier profesión como las antes mencionadas tratará con más condescendencia a las pobres “señoras”, nos explicará más las cosas.
Pero hay algo peor: ya que nos reducen al ámbito doméstico, en el que parece que sí, que por fin, somos suficientemente competentes, pues resulta que en ese mismo ámbito, ELLOS son mejores. Son mejores los hombres como cocineros (no te fastidia, cobran y no soportan los gustos encontrados y discrepantes de la familia, o bien son alabados por el público en general cuando hacen una paella fuera de casa, para lo que has tenido tú que limpiar y preparar hasta el último de los ingredientes; o bien fríen un huevo ensuciando toda la cocina y tú, con enorme fe en el futuro de la raza humana, les das las gracias para que no pierdan la costumbre y vayan aprendiendo...), son la leche como peluqueros, aparecen en los anuncios con sus limpiadores demostrando a las pobres “señoras” que han limpiado muy, muy mal y que llegan a salvarlas con el producto milagroso que las va a dejar embobadas de gusto...
En fin, que pocas veces me gusta que me llamen señora, la verdad. Y no es porque al hacerlo evalúen mi edad, no. Es porque evalúan, las más de las veces, mis capacidades.
No sé si me explico.

domingo, diciembre 10, 2006

Sirena o ballena



Veo este blog bastante abandonado, una amiga argentina me manda esta carta, creo que encierra una buena filosofía vital.

Sirena o ballena? Brindo por la autora...!!

Hace un tiempo, se vio por las calles de San Pablo un afiche de Runner, una de las cadenas de gimnasios más renombradas del Brasil - con la foto de una chica escultural y la siguiente frase: "¿Este verano qué querés ser: sirena o ballena?"

Dicen que una mujer de San Pablo (cuyas características físicas nunca trascendieron) le envió este mail a la empresa Runner como respuesta:

"Las ballenas están siempre rodeadas de amigos. Tienen una vida sexual activa, se embarazan y tienen ballenitas de lo más tiernas. Las ballenas amamantan. Son amigas de los delfines y se lo pasan comiendo camarones. También se lo pasan jugando en el agua y nadando por ahí,surcando los mares, conociendo lugares maravillosos, como los hielos de la Antártida y los arrecifes de coral de la Polinesia. Las ballenas cantan muy bien y hasta tienen CD grabados. Las ballenas son enormes y casi no tienen predadores naturales. Las ballenas tienen una vida bien resuelta, son amadas por todos y hasta tienen organizaciones internacionales que se ocupan de sus problemas.


Las sirenas no existen. Si existieran, vivirían en permanente crisis existencial. "¿Soy un pez o soy un ser humano?". No tienen hijos, pues matan a los hombres que se encantan con su belleza.
(Y yo agregaría que no tienen por donde hacer el amor. ¡Por Dios!). Son bonitas sí, pero tristes y siempre solitarias. (¿Quién quiere acercarse a una mujer que huele a pescado y que no tiene hoyito para hacer el amor).

Runner, querida, prefiero ser ballena.
¡Si me quedaba alguna duda, ya quedó desterrada!

P.D.: En estos tiempos de mujeres anoréxicas y bulímicas, en que la prensa, las revistas, el cine y la tele nos meten a la fuerza en la cabeza que sólo las flacas son bellas, este mensaje trae nuevas esperanzas a las ballenitas y, ¿Por qué no?, a las sirenitas que no descansan un segundo pensando en su apariencia exterior.
Yo prefiero disfrutar un helado junto a la sonrisa cómplice de mis nietos, una copa de vino con un hombre que me haga vibrar y una pizza exquisita con amigos que me quieren por lo que soy, no por cómo luzco."

miércoles, noviembre 15, 2006

SEXUALIDAD A PARTIR DE LOS CUARENTA (II)

Pintura. Desnudos en la playa. José Togores

Hablando de sexo y de hombres cómo no, que es de lo segundo que hablamos las mujeres, primero está comentar qué chaqueta tan monísima y que nos contemos dónde está comprada, cuándo y todo lo relacionado con la chaqueta en cuestión, pues de sexo, tenemos que llegar a una conclusión que a simple vista no parece tan obvia, y es que se puede tener cantidad pero ¿calidad?
Empezamos por el tamaño, que sí que importa, ¿quién dijo que no? Una cosita pequeña ni te das cuenta de dónde está, parece que se juega al escondite ¿estará o no estará?
Con un aparato grande casi es preferible salir corriendo, antes que produzca molestias proporcionalmente considerables al tamaño en cuestión. Qué verdad es que el término medio suele ser una virtud, o si acaso un pelín más como cuando se pide un poco más de tarta, pero sólo un poco, para no empachar.
Luego está la pericia, que sean personas hábiles con el tacto, vamos, que tengan buena mano, de pianista, y de gramática, hábiles con el verbo y la palabra. Con el ritmo, ni una batidora ni que tengas que andar mirando el reloj, que sea como una coreografía donde unas veces lleva el paso uno y otras el otro, con la misma canción interior.
Pero donde está sin duda el mayor aliciente o la peor de las experiencias es en el olor. No sé qué tienen las hormonas masculinas, que mientras que unos huelen que te dan ganas de olisquear como una perra en celo, y te inundan con mil sugerentes aromas los sentidos, otros se convierten en la peor de tus pesadillas. El chico en cuestión empezó oliendo bien, pero conforme se fue calentando la situación, empezó a exhalar un tufillo que no veías la manera de poner tu nariz lo más alejada posible, y de cómo escapar de su mortífero abrazo hacia la ducha con urgencia, refregándote varias veces hasta que no quedó ni rastro de su olor en tu piel. Realmente es una mala experiencia.
Pero vamos a quedarnos con los buenos momentos, que contando quien falla en tiempo, en intensidad o que realmente no te pone, sólo queda una conclusión: ¡qué difícil es echar un buen polvo!

jueves, octubre 05, 2006

PREOCUPACIONES FUNDAMENTALES DE LA SOCIEDAD OCCIDENTAL


A cualquier ser o persona que nos observara desde fuera, los occidentales, más aún, las occidentales, pueden, o podemos, dar la impresión de que vivimos inmersas en cuatro preocupaciones fundamentales, que condicionan el 75% mínimo de nuestra conducta y ocupan por lo menos el mismo porcentaje de nuestro pensamiento. Cuando los últimos fríos van desapareciendo, aumentan de manera exponencial los anuncios de anticelulíticos, productos hipocalóricos o presuntamente adelgazantes, cereales que en 15 días te hacen bajar tres tallas... Y en verdad ves que aumenta la presencia de personal en gimnasios y piscinas. Es también uno de los momentos estrella de nuestra amiga la Dermoestética. Y, como no, de las cremas que consiguen reafirmar la piel, endurecer los músculos, eliminar la grasa y reducir el volumen con cuatro o cinco pasadas... Aunque parezca imposible, esas cremas se venden. Hay personas, y muchas, que se lo creen.
Se diría que una vez que las interesadas han conseguido adelgazar los kilillos que les sobran abandonan esa obsesión que “okupa” sus mentes durante abril, mayo y junio se relajan hasta la temporada siguiente y dedican sus pensamientos a cuestiones menos frívolas y más trascendentales, para ellas mismas o para la humanidad. Entre otras cosas, porque toda la publicidad habla de “los kilos acumulados durante el invierno”, “las acumulaciones de grasa que la ropa esconde” (qué poético, qué bonito todo, a veces me dan ganas de volver al Romanticismo aunque no hubiera lavadora...).
Pues no. Nada más volver de las vacaciones, que duran un mes para la mayoría de la gente, o sea, nada, un pispás, resulta que en ese mes el personal se ha inflado de cervezas y tapitas y tiene que recuperar la forma perdida tras los excesos veraniegos. Pero... por favor, ¿no era que nos enfrentábamos a ellas en perfecta línea y peso, después de alimentarnos de Alpiste-bran de Kellogs, 0% de yogur (perdón, yogur 0%), “aerobiciar” como posesas, untarnos todo tipo de cosas e incluso algunas, pasar por la CD? ¿No era que nos íbamos a pasar unas vacaciones en la playa –digo por lo del biquini, objetivo último de tanto esfuerzo- donde suponemos que más bien la vida no ha de ser precisamente sedentaria? Pues no. Seguimos igual. Los excesos de las vacaciones. Es el momento de marcarnos pautas que nos permitan recuperar la forma perdida (¡...!), adoptar buenos hábitos para no llegar a las siguientes vacaciones en el mismo lamentable estado que en las anteriores. Y se nota. Gimnasios y piscinas vuelven a rebosar de personal. Durante, más o menos, un mes... en el que escuchas a diario el rosario de buenos propósitos que te reafirman en la idea de que realmente existe una obsesión generalizada. Obsesión que se va relajando, porque el aforo termina disminuyendo, y volvemos a ser las mismas y los mismos de siempre.
Vale –pensamos- ya hasta la primavera, porque fijo que el tema principal, la preocupación principal volverá en marzo o abril.
Pues no. El relax vuelve a durar bien poquito. Llegan las Navidades y, tras ellas, otra vez lo mismo. Todo el mundo se ha puesto morado de comer y beber. Y, tras las fiestas, la misma dinámica.
Resumamos: síndrome post-polvorón, síndrome pre-playa, síndrome post-excesos vacacionales. Nuestra saciedad, perdón, nuestra sociedad, desgraciadamente, se mueve en estos parámetros. No son los únicos, claro. Hay otros no mucho más dignos. Yo siempre pienso en las mujeres africanas en estos casos. O pienso en la brevedad y la insignificancia del individuo y de la vida humana cuando veo los anuncios de la Dermoestética. Pero la publicidad es nuestra radiografía. La publicidad nos retrata sin maquillaje. Y nuestras prioridades están clarísimas. Lo que han conseguido siglos de cultura, también.

jueves, septiembre 28, 2006

LAS CRISIS DE LA EDAD


Hace unos días que esperaba yo el permiso de mi prima Mar para reproducir este artículo suyo. Y es que es sumamente jugoso e interesante. Se trata de su primera crisis asociada a la edad. Le tocó a los treinta. Pero, más interesante que esa parte negativa, es la positiva, la relación de logros asociada a la edad (que solo son treinta). Multiplicad los logros con los cuarenta y los cincuenta; Pero, sobre todo, dividid las lamentaciones.

Voy a cumplir treinta años esta semana y estoy un poco depre.

No por cumplirlos, que todavía cuando vienen los testigos de Jehová a casa me preguntan "¿Está tu mamá?" (es por los granos, fijo que se piensan que si todavía tengo sebo cutáneo no puedo pasar de los diecisiete), pero no me acaba de hacer mucha gracia.
A los veinte te marcas unos objetivos para los próximos diez años de tu vida, y cuando pasan esos diez años...te parece que no has hecho nada o no has conseguido nada. Que a lo mejor has conseguido otras cosas, distintas y mejores, o lo que querías entonces, ahora te parece una chorrada, o te das cuenta que era una utopía...pero te da cosa pensar que no estés donde pensabas que ibas a estar.
También es cierto que ya no tienes en los ojos la venda que tenías a los veinte. Que sabes cosas que preferirías no haber sabido, que han pasado cosas que nunca pensarías que podrían pasar. Que la que entonces era tu amiga del alma no iba a seguir a tu lado. Que una amiguita de los veranos en el pueblo iba a ser como una hermana para ti. Que el papón que tenías al lado no sólo no iba a ser EL HOMBRE DE TU VIDA, así, con mayúsculas, sino que ahora te entra la risa floja sólo de recordarlo. Que era verdad que las mujeres no buscamos a nuestro padre en la pareja con la que estamos, pero que SIEMPRE lo encontramos. Que aprendes a apreciar tus errores, que ya no te importa caer porque sabes que te levantarás de nuevo más fuerte que antes.
(Como veis, lo único que no se aprende es que no se puede hacer un post con un refrito de tópicos de toda la vida)
Soy más fuerte.
Soy más equilibrada que a los veinte.
Soy más consciente que nunca de que aún me queda mucho por aprender, pero ya no me inquieta.
Soy más tranquila.
Me gusto más a mí misma.
No me da tanto miedo la vida.
No le doy tanta importancia a cosas que antes eran un mundo.
No me dan reparo cosas que antes ni me atrevía a pedir, aunque supiera que tenía derecho a ello.
Tengo suerte en la vida, porque no me falta de nada ni he tenido tragedias personales o familiares como las que se ven en muchos casos, y no llevo una vida espectacular y super-fashion, pero porque no la quiero ni regalada.
Sé lo que quiero y lo que no quiero.

Pero, coño, son treinta.

BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

jueves, septiembre 21, 2006

YO QUIERO SER UNA CHICA DE MODA...

Yo quiero ser una chica de moda

llevar lo último y que te fijes en mí

estrenar trenchs faldas y botas


vestir la moda es lo que me hace vivir

No parar de viajar de París a New York

de un "look" a otro "look"

De Brindisi a Livorn

Bailando entre sedas, satenes y organdís

Yo quiero ser una chica de moda..............

Cortesía de "El Corte Inglés"

miércoles, septiembre 13, 2006

LA SEXUALIDAD A PARTIR DE LOS CUARENTA (I)


Las mujeres solíamos traumatizarnos si tras el primer encuentro sexual con un hombre este se levantaba de la cama (si ha ocurrido en la cama la cosa), se vestía y se despedía de inmediato, sin quedarse siquiera a charlar un ratito o, en pretéritos perfectos gracias a la ley de costas, echar un cigarrito. O si con tu pareja estable, tras el encuentro que para ti había podido ser frustrante o maravilloso (lo mismo da, porque en un caso necesitas cariño, en el otro comentar la experiencia), él se daba la vuelta y se quedaba dormido en dos nanosegundos.
Hablo en pasado porque a las mujeres de más de cuarenta con cierta experiencia en el asunto, y sobre todo experiencia variada, eso ya no nos preocupa mucho. Por lo menos hasta el límite de traumatizarnos. Hombre que se pone de inmediato los pantalones, sobre todo si con la prisa se olvida los calzoncillos, hombre borrado de los mapas reales y virtuales de nuestra vida. Primero, eso cada vez sucede menos según la edad aumenta, sospecho que porque cada vez sabemos más cómo comportarnos en una cama; segundo, puede que la cama en cuestión sea la del hombre y seamos nosotras las que decidimos el momento de abandonarla; y, tercero, cada vez nos preocupa más la propia actuación del individuo en el lecho.
A este respecto tengo que decir que actualmente son ellos los que tendrían que ir observando y preocupándose al límite de la angustia si ven que su compañera, circunstancial o estable, al término del coito, sale disparada y se mete en la ducha. Eso sí tiene que dar que pensar, y no que nos vistamos de inmediato y abandonemos la alcoba.
Porque eso significa que ella quiere arrancarse tu olor y olvidarse del mal rato que ha pasado. Así, sin atenuantes. Vamos, el único atenuante posible sería estar con la regla y haberse puesto perdida.
Sobre la impresión que un amante recién estrenado deja en su estrenadora (que no “entrenadora”, ni “estresadora”, hay que decir que se puede evaluar también de otra manera, y no limitarse a la insuficiente pauta de la ducha. En ella se supone que el encuentro ha sucedido en la cama de ella (no vale en la cama de él, ni en el coche, en cuyo caso habrá que remitirse nuevamente a la cuestión ducha):
Él se va (o lo echas, o lo que sea). Te levantas y cambias las sábanas rápidamente. Malo, malo... Seguramente también te duchas, pero primero las sábanas... qué asco, volver de la ducha y encontrarte, ahí, uno o más pelos suyos...
O bien te duermes, pero... al día siguiente te encuentras con los pelos en cuestión y cambias las sábanas. No sé, a lo mejor repites.
¿Y cuando te despiertas, estiras los brazos, abres los ojos y allí, justo delante, encuentras un pelito suyo y sonríes, lo coges con cuidado, incluso (en casos extremos) lo guardas de recuerdo? Oh, oh, el hombre de tu vida (aunque sea el duodécimo hombre de tu vida).
¿Y cómo evaluamos la impresión que tú has causado en él? Seguimos suponiendo que la cosa ha sucedido en tu cama:
Justo al terminar, se levanta y se marcha. Ya hemos comentado esa opción. Olvida al “caballero”. O no le has gustado, o está casado, fijo.
Se queda un rato más o menos largo. Charla, copa, quizás un bis... Se va a las tantas... Bien, puede repetirse.
Se queda a dormir. Le has encantado, te quiere. Si tú no le has echado, ya tienes pareja, que es lo que querías, porque si no... le habrías echado con algo de diplomacia, ¿no?
Se queda a dormir, abrazado a ti para más INRI. Peligro. No te lo despegas ya ni con agua caliente...
(continuará, y espero vuestra opinión)

martes, agosto 29, 2006

EL ESTRÉS POSTVACACIONAL


Sucede en estos tiempos en que escribimos y opinamos demasiado que encontramos a menudo ideas contradictorias sobre un mismo tema. Y lo que es peor, tendencias de opinión contradictorias. Pero yo observo, y no soy la única, que hay un espíritu proteccionista en todas las tendencias. Y valgan como ejemplo las que ahora quería yo comentar.
Nuestros ilustres próceres, a los que supongo motores y guías en todas las campañas de opinión que se orquestan a través de todos los medios de comunicación: propaganda institucional explícita, campañas para la concienciación del pobrecito ciudadano, entrevistas con individuos/as que sospechosamente coinciden con las anteriores... tratan últimamente de educarnos de dos maneras diferentes en apariencia, pero idénticas en el fondo. Nada es problema para llevar una vida sana por dentro y por fuera; si no eres feliz es que eres un incapaz.
Así nos vemos los pobres adultos, pongamos por caso, abocados en nuestra ancianidad a practicar deporte y a practicar sexo, porque es la edad en que todo puede hacerse, y además, añadiría yo, sin “control”, lo que supone una ventaja añadida. Y así también escuchamos y leemos pautas para sobrellevar sin traumas e inteligentemente el estrés postvacacional. Cada vez que escucho a la locutora de turno que, con la misma voz e inflexión de tono, con los invariables “y es que...” y “eso sí”, nos aconsejan que en el temible mes de septiembre sigamos saliendo, mirando a los ojos a nuestra pareja, hagamos ejercicios de relajación cada 60’ y chorradas por el estilo, aparte de visitar incluso a un psicólogo (sic) si el hundimiento es muy grave, recurrir (oh, panacea) a la práctica deportiva, evitar el consumo de grasas y alcohol (¡...!)... cada vez que la escucho, o leo la columna correspondiente en el semanal del último domingo de agosto, me pregunto: ¿creen en serio los másters de opinión en la eficacia de estas y otras no menos absurdas campañas?
Porque lo miremos por donde lo miremos no resulta posible: si eres persona de natural sensato e inteligente te indignarás por la evidente presunción de enanez mental. Si eres de coeficiente intelectual más bien escasillo acabarás naufragando tu felicidad en la prosecución de las siempre mismas en invariables pautas, sin percatarte de que practicar el coito con el mismo espíritu, técnica, dedicación y espíritu de sacrificio con el que practicas deporte no hace la felicidad, que el ser abstemio o fanático de la dieta sana tampoco, que no te lo vas a pasar genial en el curro por cargar con la botella de agua y ponerte a estirar piernas y cuello cada media hora ni te vas a llevar mejor con tus compañeros por rotar rítmicamente los tobillos.
Lo que creo que notamos todos, tengamos las neuronas que tengamos, es que nos tocan las partes íntimas con tanto proteccionismo. Para fingir que se preocupan de forma incesante por nuestra salud física y mental inventan incluso esto del estrés postvacacional. ¡Si todos conocemos personas que esperamos el mes de septiembre para descansar de nuestras vacaciones! Cierto que el regreso al trabajo, o mejor, a la forma de vida ordinaria, plantea determinados problemas que se podrían evitar o no de manera fácil:
El primero y principal: encontrar el piso hecho un asquito. Ten contratada de antemano a la asistenta.
El segundo y secundario: no hay víveres a la vista. Relájate y no corras. A todos nos pasa igual, y Carrefour está atestado. Yo que tú habría dejado algo en la nevera, pero si no, tira de pizzería.
El tercero son los suegros y los niños. Si tu suegra te trata de ayudar, adelante, hazla feliz. Cancela el pedido de telepizza. Y no te sientas culpable por dejar a los peques mucho tiempo frente a la pantalla. Acaban de pasarse un mes sin asomarse a ella.
Y el cuarto, claro es el trabajo. Pero digo yo que el único problema que puede plantear el trabajo es la hora de levantarse. De levantarse a la misma hora a la que llevas un mes entero acostándote: un verdadero jet-lag, lo demás son tonterías. Porque seguro que agradeces descansar de tanta vida de crápula. Aunque solo sea la primera semana. Y tendrás que hacer vida sana además. Pero no te costará ningún trabajo, porque tu estómago exige un descanso. Y por fin tendrás tiempo para el deporte y el sexo. Y tus compañeros... ¿a que son majísimos? ¿no? Pues los míos sí. Para que veas que no es nada terrible el mes de septiembre.
Y si con todo esto sigues dudando, siempre tienes los libros de autoayuda, mucho más baratos que el psicólogo e igual de ineficaces. Por cierto, de ellos hablaremos en capítulos aparte.

lunes, agosto 14, 2006

APUNTES DE LOS PIRINEOS


He estado de vacaciones en los Pirineos y ¿a que no sabéis qué he encontrado? Una paz que no había tenido en mucho tiempo.
Allí en medio del campo, con todos los sentidos disfrutando de mil sensaciones placenteras y todas ofrecidas por la naturaleza. Los distintos verdes de la hierba y los árboles, colores vistosos de mil flores, olores a pino y a hierba aromática, árboles que cantaban mecidos por el viento, álamos, pinos, abetos... y yo allí, tan pequeña...
Me dejaba atrapar en aquel derroche de vida natural, y sentía que yo era una pequeña parte de todo, pero que pertenecía a ese mundo, al mundo natural que permanecería allí después de haberme ido.
Me voy y no quiero irme sin llevarme el mejor recuerdo de todos, la sensación de paz que encontré, donde no tiene sentido lo mezquino, esa capacidad tan bien conocida del hombre por hacer difícil y agrio lo que debería ser sencillo y dulce.
Porque lo natural sería ser honestos en nuestras vidas. Fuertes como esos árboles que se dejan mecer con el viento, pero se mantienen firmes en sus raíces. Alegres como esos arroyos que bajan ruidosos entre las piedras y mansos entre el verdor del llano. Así descansar satisfechos de lo logrado, a pesar de las piedras encontradas en el camino.
Recordé la metáfora que un amigo me ofreció acerca de mi vida. Ya no tengo un campo árido, tengo arbolillos que crecen con la lluvia del presente, amigos que son álamos, robles, sauces... conocidos, compañeros que son hierbas aromáticas. Mis hijos, árboles frutales que me han dado los mejores frutos.
Y he tenido la mejor compañera de viaje que podría haber tenido, mi hija Miriam, que compartía esfuerzos y disfrutaba inmensamente al igual que yo y además me daba explicaciones científicas ¿se puede querer más?

martes, agosto 01, 2006

AMAR A PARTIR DE LOS CUARENTA

Se me ocurrió escribir este artículo a partir de la lectura de dos textos para mí igualmente interesantes, un artículo de Rosa Montero y una carta de Monse, y a partir de mis propias y recurrentes reflexiones sobre el tema.
Monse y yo somos personas que nos hemos equivocado varias veces en nuestras elecciones sentimentales, que hemos llevado trayectorias vitales muy paralelas en ese sentido, aunque aparentemente somos muy diferentes la una de la otra. Yo diría que ella es una persona mucho más sólida y sensata que yo, pero en el terreno sentimental, quizá igualmente vulnerable.
Aquí entra el artículo de Rosa Montero. Después de afirmar en las primeras líneas que “.Muchos hombres y muchas mujeres se sienten instantánea y extrañamente atraídos por individuos psíquicamente inestables y además dañinos. No se trata, naturalmente, de una elección consciente, sino de un error tan repetitivo que termina siendo una costumbre.”, añade: “Se me ocurre que, cuanto más neurótico es uno, más se dispara este mecanismo. Es como si los desequilibrios se atrajeran mutuamente”. El artículo es interesante de principio a fin, pero nos quedaremos con estas frases y con una definitiva, casi del final: “en el amor (en la dolencia amorosa) casi nadie es sensato”. Y esto podría explicar como dos personas tan diferentes como mi amiga y yo hemos pasado por experiencias similares.
Cierto que para llegar a esa “dolencia amorosa” hay que tener un espíritu apasionado. Creo firmemente que hay personas incapaces de enamorarse de verdad.
Falso, creo yo, que el objeto de la obsesión dañina (todas las obsesiones lo son) al que alude Rosa Montero tenga que ser necesariamente psíquicamente inestable. Basta con que no sea conveniente, basta con que sea dependiente, absorbente.
Falso, creo yo, que haya que ser neurótico o neurótica para enlazar siempre la vida con la de la persona inconveniente. Pero quizás sí haya que tener alguna determinada característica si una vez y otra vez te enamoras del mismo tipo de persona que ya ha demostrado que no puede hacerte feliz, cuando no te ha hecho daño claramente. Monse habla de un exceso de sensibilidad, y en cierto modo eso sería una neurosis. Pero no creo que eso lo explique todo.
¿La madurez puede corregir una trayectoria sentimental desgraciada? Es posible. Veo mujeres, sobre todo mujeres, que somos capaces de alejarnos ya de prejuicios, que con la edad damos mínima importancia a las opiniones de los demás y valoramos sobre todo nuestra estabilidad, que somos capaces de corregir esa tendencia. Y veo mujeres que justo cuando llega ese momento se desmoronan. Y es explicable. Son, por lo que yo conozco, mujeres que han estado aguantando un único matrimonio y no han sido felices en él. Mujeres aparentemente estables, pero que no tienen vida suficiente en su interior (y no significa eso que no tengan valores, sino que siempre han sacrificado sus expectativas a las de su pareja o hijos) para llevar una vida en solitario. Hay una obra dramática de Antonio Gala, “Las manzanas del viernes”, sobre una mujer madura que vive su último amor (su último amor, creo yo, porque ella piensa que es el último) de una forma absurda y patética. Hay casos así alrededor, que todos conocemos. Era especialmente desagradable porque la protagonista, interpretada por Concha Velasco, que estaba sobreactuada, era un caricatura de mujer. A veces al pasar de los cuarenta llegamos a un equilibrio con nosotros mismos, nos vemos desde nosotros, no a través de los ojos de otra persona o de las personas que nos rodean. Este es uno de los logros más importantes de la madurez. Querernos. No amar el daño.

martes, julio 18, 2006

POR FIN HABLAMOS DE LA SOJA


No he visto un anuncio en televisión que me parezca “normal” sobre esta sustancia. No los he visto todos, por supuesto, pero los que he visto oscilan entre la ejecutiva que se mueve en un mundo de hombres y, por supuesto, necesita estar “a la altura de” (no vamos a ser mal pensadas, no vamos a suponer que existen en el anuncio connotaciones histórico-misóginas del estilo del suponernos “histéricas”, esto es, manejadas como títeres por nuestras variaciones hormonales, nuestro útero), y la señora que bebe su leche de soja en la cubierta de un yate, a la que el atractivo compañero pregunta que por qué bebe siempre esa leche (pregunta normal, por cierto, dado el sabor no muy agradable de la misma). Ella mira a la cámara con aire de misterio y entorne de ojos digno de mejor causa y pronuncia las significativas palabras: “cosas de mujeres”. Ante lo cual, tanto el compañero como los espectadores/as del invento nos quedamos igual pero preferimos no demostrarlo. Sobre todo él, que la toma por el talle y simula unos pasos de vals en el navío motivados más por la pasta que cobra por el anuncio que por el sex-appeal que la soja proporciona a su señora. Porque el mensaje publicitario está clarísimo en este caso: la soja borra los supuestos “hoy no, me duele la cabeza”, “hoy no, no estoy de humor”(estoy premenstrual), “hoy no, estoy cansada”; todo eso que se atribuye al supuesto menor deseo sexual de las mujeres y yo creo se debe a la indolencia de nuestros hombres en ese tema, que siempre esperan se lo hagamos todo (ya hablaremos de eso en otros capítulos). La soja proporciona absoluta disponibilidad; felicidad, por tanto, para ella, que puede hacer feliz a su hombre a pesar de su avanzada edad y alejar a los fantasmas de su posible sustitución por otra mujer más joven. Curiosamente, esa mujer más joven está sujeta a las oscilaciones de sus ciclos y caprichos uterinos incluso más que la madura, pero no necesita soja (¿?¿).
Nos quedamos con el insistente mensaje de que la soja, por su aporte en isoflavonas ( fitoestrógenos) regula el flujo de hormonas femeninas, reduciendo los sofocos de la menopausia y la pérdida de minerales en los huesos.
Las mujeres que conocemos nuestras limitaciones hormonales sabemos que el deseo oscila según nuestros ciclos, y es normal. También los hombres tienen un receso, y de ello hemos hablado. Pero si la bajada de la libido de debe a la meseta hormonal del embarazo, todos los mensajes de las autoridades sanitarias te harán sentir una anormal: la tranquilidad que te da saber que no puedes quedarte embarazada (sic) debe hacer aumentar tu deseo (en serio, también vosotras habéis leído o escuchado con o sin sonrojo tan evidente memez). El climaterio no tiene por qué acabar con la vida erótica (estamos de acuerdo, pero tampoco creo que sea como para intensificarla, sobre todo si llevas treinta años con el mismo señor, y teniendo en cuenta que para nosotras no hay viagra).
Así podríamos continuar indefinidamente, pero no es el tema de hoy nuestra sexualidad. Sí lo es la supuesta eficacia de la soja. Parece demostrado que tiene ciertas propiedades terapéuticas, tanto para el hombre como para la mujer: regula la tasa de azúcar en la sangre, siendo aconsejada en diabéticos, se recomienda para prevenir problemas del corazón y del sistema circulatorio, reduce el colesterol, es preventiva de cáncer de próstata...
Pero ¿Es la panacea? ¿No será que hay muchos intereses comerciales en la soja? Un interesante artículo de Gustavo Duch Guillot,
director de Veterinarios sin Fronteras, se refiere precisamente a este tema. Voy a reproducirlo en gran parte, dado que su mismo autor pide su difusión:
“La soja es una oleaginosa que Europa, en la década de los 90, por acuerdos políticos con EE UU, dejó de cultivar y que se ha convertido en el ingrediente estrella de los piensos que alimentan a nuestra ganadería: cerdos, vacas, pollos, todos engordan a base de soja. Y en una proporción mínima se utiliza para cosas parecidas a lo apuntado por la ciudadanía. La soja es por encima de todo un forraje de precio muy competitivo. España es casi 100% dependiente de la soja que importa de Argentina, Brasil y Estados Unidos. Somos un país soja-dependiente, es decir, si se cierran los puertos a la entrada de soja, en dos días nuestro ganado se queda con los comederos vacíos y nosotros nos convertimos forzosamente en vegetarianos.

Sepan que toda o prácticamente toda es soja transgénica, siendo este factor una de las razones principales de su bajo precio, pues su producción está totalmente automatizada y no necesita campesinos. Se siembra con unos tractores-robot que inyectan la semilla, añaden el herbicida y le dan una palmadita en la espalda para que crezca alegre y frondosa. El herbicida que requiere (de la misma empresa que las semillas) se rocía con avionetas -que tienen dificultades para diferenciar cuándo pasan por un campo de soja o sobre algunas viviendas o personas paseando- y mata a todo lo que no sea soja: malezas, insectos de todo tipo, personas, fauna, contamina ríos y acuíferos, etcétera. Toda esta tecnología sólo se la pueden permitir las grandes agroindustrias que han desplazado a millones de campesinos (han comprado baratas sus tierras, les han extorsionado con el beneplácito de las autoridades locales sobornadas o simplemente los han expulsado o destruido sus cosechas familiares).
Tanto resplandece la soja y tanta ambición genera que se están talando bosques primarios, selva amazónica y otros enclaves de un valor biológico insustituible para nuestro planeta. La planta de la soja es inocente. Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay sufren un modelo capitalista neoliberal que les ha conducido a ser simples productores de una materia prima para los países que nos alimentamos en proporciones demasiado altas de alimentos de origen animal. Los campesinos que ahora malviven en las villas miseria latinoamericanas o han salido a la emigración, los que han muerto rociados de venenos agrotóxicos o asesinados por su lucha son las víctimas. Nosotros, los consumidores, encontramos la carne a precios muy accesibles. Desconocedores de la realidad, somos en parte corresponsables y en parte víctimas: la agroindustria intensiva que funciona a base de soja nos garantiza nuestra alimentación pero ha dejado al medio rural español sin campesinos, con aguas y suelos contaminados, ríos muertos, etcétera. Nuestros impuestos se dedican a corregir estos problemas medioambientales y a paliar el coste sanitario que supone el aumento de enfermedades relacionadas con una mala dieta: sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares, etcétera. Y sólo ganan los dueños del capital que, como sabemos, no tienen alma pero sí estómago: se alimentan de personas. Caníbales con enormes fortunas”.

lunes, julio 17, 2006

CONSTRUYENDO UNA VIDA


Para mis amigos
No pretendo hacer una crítica de cine, sino una valoración personal. He visto una película maravillosa, "Bajo el sol de la Toscana". Tenía mucho interés en verla desde que una amiga se acordó de mí viéndola, y sucedió también la casualidad que el chico que me invitó a verla en su particular multicines también me la recomendó al conocerme.
La protagonista es una mujer que ve su vida hundirse cuando se separa y el azar la hace ir a la Toscana y comprar una casa preciosa donde construye sin apenas darse cuenta una nueva vida. Os la recomiendo. Es una película optimisma donde podemos vernos reflejados en mayor o menos medida, sobre todo los que hemos tenido que cambiar de vida por una u otra circunstancia.
La protagonista ve su mundo hundirse cuando le dice su marido que nunca la quiso. Seguramente pensó que todos esos años con él habían sido inútiles, una farsa, que no le quedaba nada por lo que vivir. Entonces unas amigas le regalan un viaje por la Toscana italiana. Los paisajes luminosos y alegres ya presagian el cambio que puede dar una vida cuando las circunstancias ayudan.
A ella le ayudaron muchas personas. Primeramente sus amigas que no querían verle en constante estado de abatimiento, después un buen hombre del pueblo que no tenía otro interés que obrar como únicamente sabía hacerlo. También hay una señora maravillosa poco convencional, un grupo de trabajadores honrados que le acompañan en sus días, un amante casual...
Yo también he visto mi mundo hundirse varias veces, y veo que también existen a mi alrededor esas personas que me ayudan. La amiga poco convencional que me ha animado a escribir, el amigo que sé que me va a escuchar incluso si no tengo ganas de hablar, los compañeros que con una palabra amable le dan al día el color positivo que no veía... o la amiga sensata que me empuja a mi propia Toscana. También personas nuevas que conoces y que te aportan vitalidad y optimismo.
Hablando incluso con desconocidos me doy cuenta que todos tienen su historia y que la mía no es la mejor de todas, pero tampoco la peor ni la única. Que todos sufrimos y que todos podemos reconstruirnos. Es cuestión de estar atenta y escuchar, asimilar lo que te es útil, comprender que todos somos iguales y a la vez distintos, tener humildad para saber que no lo sabes todo y valorar lo que los otros te pueden aportar.
Y al final, como le ocurrió a la protagonista de la película, mis amigos me hacen reconocer que tengo muchas cosas, que seguramente tengo lo que deseo sin saberlo.
Y a los cuarenta y cuatro años se puede seguir aprendiendo de una misma y de los demás, construyendo una nueva vida en la que sea agradable vivir sola, en compañía de mis hijos, amigos y seguramente de alguien más.

miércoles, julio 05, 2006

Quien dice 45, también puede decir 50, ó 60


Juana me ha pasado este inapreciable texto, de Santiago Gamboa, escritor colombiano. Creo que no se puede expresar mejor, pero tengo un par de objeciones, que anotaré en los comentarios.

“Las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto. Hoy tienen cuarenta y pico, incluso cincuenta y pico, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.

Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas, o divorciadas y vueltas a casar, con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero, y al cuarto intento. Qué importa...
Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería y la protegen como una ciudad sitiada que, de cualquier modo, cada tanto abre sus puertas a algún visitante. Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!

Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de Los Beatles, de Bob Dylan... Herederas de la "revolución sexual" de la década del 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción. Jamás vieron en el hombre a un enemigo a pesar de que le cantaron unas cuantas verdades, pues comprendieron que emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico cuando éste, trágicamente, se acaba, y decidieron pactar para vivir en pareja, esa forma de convivencia que tanto se critica pero que, con el tiempo, resulta ser la única posible, o la mejor, al menos en este mundo y en esta vida.

Son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan. Usaron faldas hindúes a los 18 años, se cubrieron con suéteres de lana y perdieron su parecido con María, la virgen, en una noche loca de viernes o de sábado después de bailar . Se vistieron de luto por la muerte de Julio Cortázar, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo, bebieron ron cubano y aprendieron de memoria las canciones de Juan y de Pablo.

Adoraban la libertad, algo que hoy le inculcan a sus hijos, lo que nos hace prever tiempos mejores, y, sobre todo, juraron amarnos para toda la vida, algo que sin duda hicieron y que hoy siguen haciendo en su hermosa y seductora madurez. Supieron ser, a pesar de su belleza, reinas bien educadas, poco caprichosas o egoístas, diosas con sangre humana. El tipo de mujer que, cuando le abren la puerta del carro para que suba, se inclina sobre el asiento y, a su vez, abre la de su pareja desde adentro.

La que recibe a un amigo que sufre a las cuatro de la mañana, aunque sea su ex novio, porque son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan, pues su sangre no es tan helada como para no escucharnos en esa necesaria y salvadora última noche en la que están dispuestas a servirnos el octavo whisky y a poner, por sexta vez, esa melodía de Santana.

Por eso, para los que nacimos entre las décadas del 40, 50 y 60, el día de la mujer es, en realidad, todos los días del año, cada uno de los días con sus noches y sus amaneceres, que son más bellos, como dice el bolero, cuando estás tú.

¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación! Y si es más de 45....
A medida que avanzo en edad, valoro las mujeres que tienen más de cuarenta y cinco, más que a cualquiera. Aquí hay algunas razones de por qué.
Una mujer de más de 45 nunca te va a despertar en la mitad de la noche para preguntarte "Qué estás pensando?". No le interesa lo que estás pensando.

Si una mujer de más de 45 no quiere mirar un partido de football ella no da vueltas alrededor tuyo. Se pone a hacer algo que ella quiere hacer y generalmente es algo mucho más interesante. Una mujer de más de 45 se conoce lo suficiente como para estar segura de sí misma, de lo que quiere, y de con quién lo quiere, son muy pocas las mujeres de más de 45 a las que les importa lo que tú pienses de lo que ella hace.

Una mujer de más de 45 ya tiene cubierta su cuota de relaciones "importantes" y " compromisos". Lo último que quiere en su vida es otro amante posesivo. Las mujeres de más de 45 están dignificadas. Es muy raro que entren en una competencia de gritos en el medio de la ópera o en el medio de un restaurante caro. Por supuesto que si piensan que te lo mereces no van a dudar en dispararte un tiro.

Las mujeres de más de 45 son generalmente generosas en alabanzas Ellas saben lo que es no ser apreciadas lo suficiente. Las mujeres de más de 45 tienen suficiente seguridad en sí mismas como para presentarte a sus amigas. Una mujer más joven puede llegar a ignorar hasta a su mejor amiga.
Las mujeres se vuelven psíquicas a medida que pasa el tiempo. No necesitas confesar tus pecados, ellas siempre lo saben. Son honestas y directas. Te dicen directamente que eres un imbécil si es lo que sienten sobre ti.
Tenemos muchas cosas buenas que decir de las mujeres de más de 45 y por múltiples razones. Lamentablemente no es recíproco.
Por cada impactante mujer de más de 45, inteligente, bien vestida, sexy, hay un hombre de más de 50.... pelado, gordo, barrigón y con pantalones arrugados haciéndose el gracioso con una chica de 20 años.
Señoras, les pido perdón por ello....

jueves, junio 29, 2006

¿MERCADO DE OCASIÓN?


Tanto iba a comentar el artículo de Monse que he decidido escribir yo también uno sobre el mismo tema y espero que no sea yo la única, porque muchas pasamos por la misma situación.
No es casualidad que yo conozca también al amigo-padrecito del que habla Monse, porque somos casi como hermanas y los amigos de mis amigas son mis amigos y todo eso...
Este hombre tan seguro que intenta consolar cayendo en los viejos tópicos de :
-Los hombres dan amor para conseguir sexo y las mujeres dan sexo para conseguir amor.
-Las mujeres hacen el amor, los hombres follan.
- A los hombres no les gusta que las mujeres tomen la iniciativa.
Tópicos que no consuelan para nada porque te hacen sentir, encima de mal, imbécil y, sobre todo, adocenada, metida en el gran saco de “las mujeres”, todas iguales, sin nada especial. Y que, además, son falsos, como todos los tópicos.
Este hombre que intenta consolar, decíamos, a la mujer supuestamente incauta e inexperta, usa como escudo, para proteger su propia fragilidad, esos mismos argumentos, aplicados a sí mismo por sí mismo. Pero las y los que lo conocemos sabemos que es un sentimental incurable que para nada sabe moverse en este mundo de separados y divorciados en el que, probablemente, solo saben moverse los buitres que no están separados (pero de los casados que siempre están a punto de separarse hablaremos otro día).
Este hombre, en fin, no sé si se cree lo que dice o lo utiliza también como método de seducción (yo soy el único que te comprende, que te habla claro; y aún menos mal que no cae en el redoblado cinismo de plantear el “yo por lo menos soy claro y sincero: nada más que por eso me merezco un polvo"). Hombre al fin intentando ayudarte a salvar tu vida sentimental y tu vida erótica.
Habrá con quien resulten estas burdas tácticas, sistemas de venta en absoluto sofisticados que son tan ofensivos como los anuncios en los que tiene que venir un hombre para enseñarte a limpiar (véase Mr. Proper, el mayordomo del algodón u otros). Pero para una mujer medianamente inteligente y, sobre todo, con una cierta seguridad en sí misma, es importante que no la tomen por idiota.
A mí no me resulta primordial que el hombre con el que salgo me considere el eje de su vida, pero sí que no me considere igual a la vecina de enfrente, ni a la otra, ni a la otra. Que no suponga que todas funcionamos igual, igual que yo no supongo que todos los hombres funcionan de la misma manera.
Doy amor para recibir amor y doy sexo para recibir sexo. A veces, ¡oh maravilla! Ambas cosas coinciden.
Segundo tópico: no sé que harán las/los demás, yo no hago el amor, me gusta encontrármelo hecho.
El tercer punto es más delicado. A los hombres sí les gusta que las mujeres tomemos la iniciativa, es más, les gusta demasiado, pero... ahí tenemos todas que andar con pies de plomo, sobre todo porque si somos demasiado decididas el hombre objeto de nuestra solicitud va a andar ¡horror! con cerebro de plomo. Si no tienes muy claro que si invitas a un chico a salir es para irte directamente a la cama con él, mejor no lo hagas. Porque ellos siguen pensando que si tú propones, es porque vas directamente al grano. Les encanta, de verdad, pero cuando a un hombre se le mete esa idea en la cabeza es complicadísimo conseguir que comprendan que una mujer puede iniciar un cortejo con un mínimo de romanticismo (léase también expectativa erótica, ese prólogo que afina y agudiza los deseos, que pasa por diferentes situaciones de miradas, conversaciones, tenues roces, iniciar una complicidad que... claro, a eso sí que le tiene el hombre miedo: como que piensa que quieres pescarlo, vaya expresión más fea). Parece que no podamos tener aventuras que sean eso, aventuras. ¿Sabéis lo que es una aventura? Una empresa de resultado incierto, en la que el resultado es lo de menos, porque es el riesgo y la emoción del proceso de consecución lo que interesa. Me fascina la aventura. A muchas mujeres nos fascina la aventura. Pero los hombres no se fían: saben que desde la cuna nos han educado para evitar la aventura, para buscar la cadena, la estabilidad para nosotras y nuestros hijos. Es verdad y lo siento: es algo atávico.
Y con esto llego yo a otro tema concoinquietante (concomitante e inquietante): el peso de lo prejuicios. Remito a otro artículo de Monse, en su propio blog. La mujer separada está aún mal vista. Hay que tener una tremenda seguridad en una misma para vivir socialmente como separada o divorciada. Los hombres lo llevan mejor (por fuera), porque se comportan como “solteros de oro” que tienen que estar controlando a la horda ingente de pretendientas que se les vienen encima, todas ellas, por supuesto, deseando “pescarlos” (no solamente compartir un rato de conversación o de cama). Pero las mujeres tenemos que estarnos disculpando continuamente por nuestra situación, o disimular diciendo que así estamos muy tranquilas y muy bien y muy aliviadas y todo eso, pero con el gusanillo interior de querer poner remedio a tal incomodidad con una relación estable). Lo sé porque he pasado por eso, pero después de tres matrimonios te ríes mucho de esos complejos. De verdad. Y creo que vamos avanzando todas, más que todos.
Yo creo que está bien por hoy. Por cierto, la revisión ortográfica de Word está activada y me ha subrayado “imbécil” y “follar”. Hablando de prejuicios...

miércoles, junio 28, 2006

MERCADO DE OCASIÓN


Ahora que nuevamente vuelvo a estar sola, mi amigo-padrecito, separado por cierto, me está aleccionando sobre cómo tengo que moverme por este mundo de separados y divorciados, porque cree que soy una pobre incauta y seguramente tiene razón. Es cierto que los sentimientos suelen estar "tocados" en cuanto a todo lo que es relación hombre-mujer. Como dice sabemos que queremos algo pero ni siquiera sabemos qué...
Ya he tenido varias parejas y he ido acumulando experiencia de pareja, no de "single" como dicen ahora. Y en ese camino me he creído que la sinceridad es la mejor manera de comunicarme en general y sobre todo en una relación con un hombre en particular. ¿Por qué le tengo que decir que no me apetece salir sólo para hacerme la ocupada, la interesante? ¿Por qué no le puedo decir que me gusta o que le quiero sólo porque él no me lo diga?
Yo hasta ahora he estado en la inopia totalmente. Y como soy tan confiada, llegado el caso de enamorarme pues me he tirado a la piscina y me he ahogado (no me ha servido de nada saber nadar, mucho tríceps y poco cerebro).
Mi amigo que me escucha, me dice que soy encantadora pero muy inocente y sensible, me dice que los hombres mienten mucho. Que las mujeres queremos sobre todo que seamos lo más importante de sus vidas, que nos quieran con locura... y ellos nos lo hacen creer, puede que por comodidad, por evitar situaciones comprometidas y sobre todo para que sigamos embelesadas mientras ellos recogen la cosecha de lo que no se han molestado en plantar.
Así preguntas ¿estás enamorado?, ¿me quieres? y te contestan con un neutro "ya lo sabes". Y si no están demasiado atentos nos dicen "pues pienso en tí más de lo que crees". Y parece que la única finalidad es estar "agustito" y tener vida sexual.... ¡qué tontería, pues podían empezar por ahí, a nosotras también nos gusta!
Porque el tema de "no me hallo" da mucha pena y lo comprendes porque alguna vez has estado así, e incluso todavía lo estás, pero lo que quieren finalmente es sexo -(traducción para Meli, follar). Bueno, pues yo también, pero no tengo que ir dando pena, ni diciendo mentiras.
El juego del flirteo se ha convertido en los separados casi en patético.
Otro amigo me decía "sólo sé que necesito cariño, un abrazo... un beso...", se entiende, nos sentimos con la autoestima por los suelos tras una separación, necesitamos que nos quieran, pobrecito... pero en el caso de él por supuesto en su casa y en su cama.
Mi amigo-padrecito me dice que al hombre no le gusta la mujer que le llama y le busca, porque teme que le exija mucho, que prefieren a la fría que ellos conquisten... y dejen cuando les interese, cuando echen el ojo a otra presa. Y mientras tanto te cuentan lo solos que están, lo desvalidos, lo mal que se apañan... lo que les gustaría encontrar al fin a la mujer de su vida... Y aman poco porque seguramente no saben lo que quieren, si quedarse solos y seguir en el mercado del busco-encuentro o si tener una relación que siempre está recordándoles la otra, porque yo no sé por qué recuerdan tanto a la mujer que dejaron o les dejó.
Esto me lleva a comentar que un hombre bastante bien parecido, separado, decía que seguía viendo a su ex y echándole un "kiki" de vez en cuando. Le dije que eso no era mirar para delante y decía que sí, que de esta manera él podía hacer lo que quisiera, y así ella no tenía que echar de menos un hombre. Este regaba la parcela... la de fuera y la de dentro... es increíble. Habría que hablar con ella, igual es lista y le tiene engañado, y recuerda viejos tiempos mientras vive los nuevos. Es lo que se merece un hombre así, de los que dicen ella será siempre mía... cuernos y que lo utilicen, lo que ellos han estado haciendo siempre con nosotras.
Un último descubrimiento ha sido un chico "joven" que me da todos sus teléfonos de contacto y cuando le llamo y hablo directamente de quedar, empieza a dudar y me dice... -"me gusta una cosa de tí, eres muy valiente". Yo me río y digo -¿por qué? ¿porque soy como la del anuncio "la que no espera a que él la llame"? - Y yo me digo, ¿dónde está la igualdad?, ¿por qué una mujer es valiente por llamar a un hombre?, ¿por qué no somos simplemente personas?... ¡por favor, que alguien me lo "ezplique"!
(Espero que os haya gustado el artículo, se me ha quemado la comida de mañana, porca vita!)

sábado, junio 17, 2006

Queremos una corporación machoestética (y III)



A pesar de todo lo atractivos que puedan parecer estos gloriosos ejemplos, aquí va el segundo: Harrison, mi amiga Montse insiste en que debe crearse una “corporación machoestética”. Y es que no todos los hombres se conservan así de bien, aunque quizás sea porque nunca han sido tan guapos.
Podréis objetar que la CD no es exclusivamente cosa de mujeres: sus clientes son clientes/as. Pero yo no he visto anuncios de la CD que, por ejemplo, digan:
“Después de veinte años de matrimonio y cuatrocientos metros cúbicos de fútbol (televisado) y cerveza, mi abdomen ya no era el mismo. Pero gracias a la Corporación Machoestética y sus expertos en cirugía plástica he recuperado las formas de mi juventud”
O en los que aparezcan varios hombres sentados, fijos como Teseo a su silla, y solo uno se atreva a deambular entre ellos luciendo los glúteos que los otros pobres no osan mostrar, porque años y años de pegarlos a los asientos los han dejado planos. Hombres que observan con envidia la rotundidad siliconada del erecto.
Un hombre que se mire en el espejo levantando su camiseta, que exhiba unos hermosos implantes pectorales con los que la CD haya logrado disimular décadas de práctica de “levantamiento del vidrio” en barras y barras de tascas y locales de copas.
Tras todo lo cual se oye en off aquello de “tú también pudes sentirte mejor” y él, que desciende las escaleras, es recibido por una bella mujer que lo mira orgullosa y lo abraza embelesada.
Así que a las mujeres nos sigue dando la impresión de que, para empatar, debería existir una “machoestética”, porque la CD parece que solo es para nosotras. Y que debería existir no para arreglarlos a ellos, que hasta nos gustan maduritos y estropeados, sino para acomplejarlos también un poquito. Que es lo que con nosotras consigue la publicidad.
Cierto que hay dos temas en los que también a ellos los machacan: la calvicie y el tamaño que supuestamente no importa. Yo tuve un marido que se gastó un pastón haciéndose un trasplante capilar. Con el tiempo (poco tiempo) la mayoría de lo trasplantado se le volvió a caer, y los pelillos en cuestión no aumentaron su atractivo. De lo segundo no tengo experiencia directa, así que mejor opinan las lectoras. De todos modos me inclino a pensar que una p... de plástico no debe ser igual que una real igual que una teta de plástico no lo es tampoco.
Un beso para todas y todos, y a ver si Maru se anima y hablamos de la soja.

viernes, junio 16, 2006

Y además nos envenenan

Cuidado con la ropa. Greenpeace lanza esta alarma, seguramente justificada, como todas las suyas. No sabemos qué comemos ni qué nos ponemos. Lo mejor el algodón, que no engaña, el lino que se arruga pero es fresco y en invierno la lana. A ver si las autoridades europeas se implican. Se puede apoyar aquí

domingo, junio 11, 2006

Una corporación machoestética (II)

Se produce un extraño fenónemo:
Las mujeres parece que nacemos con un cuerpo perfecto. Mientras no somos madres, no hay problema. No es necesario hacer ningún tipo de cosa para estar estupendas (ya lo habréis oído a todas nuestras madres y abuelas; incluso, sonrojándonos, a alguna coetánea: “yo antes de casarme pesaba 48 kgs... tenía una cinturita...)...
Los hombres, antes de lo mismo, han tenido que hacer un cierto esfuerzo físico para ponerse cachas, quizás porque delgaditos... con 48 quilitos... pues no nos gustaban.
Pero claro, llega la hora de la verdad y...
Las mujeres, a partir de una edad, no muy precisada de momento, pero tampoco vamos a agobiarnos, digamos a partir del primer embarazo, que cada vez queda más lejos, tiene que ir manteniendo, con un poco de ejercicio, esa belleza “innata”.Los hombres tendrían que seguir con sus pesas y su fútbol,
pero...
Tanto ellas como ellos... se descuidan en un porcentaje alto. Y el resultado es que unos y otras crían sus grasitas (evitable) sus flaccideces (evitable) sus arruguitas (va a ser que no son tan eludibles) y sus canitas (hay tintes, o hay señores y señoras interesantes con canas).
Resultado en un varón a los 60años:


¿Qué mujer no suspira por este señor?
Miradlo: tiene arrugas, es evidente.
Tiene canas, no puede ocultarlo.
Seguramente en su cuerpo se nota también su edad..
No parece haber pasado por una clínica de estética (ni que se le ocurra, pensaréis vosotras, porque parece que hay un consenso sobre Sean Connery, y es que está mucho más estupendo de maduro que en su época de 007).
No es difícil encontrar en nuestro entorno señores atractivos e interesantes. Y no es porque se cuiden mejor. Es por los patrones estéticos. Cuando vemos el anuncio de la señora que baja las escaleras anunciando que la CD le ha salvado la vida erótica porque, claro, después de dos hijos sus pechos no eran como los de antes, o esa que se infla de leche con soja para tener el premio- las dos- de un hombre que con mirada de orgullo las abraza, pues vemos un señor con arrugas que pasa claramente de los cincuenta y nos preguntamos: y este señor, por qué no se ha inflado de soja y ha ido a la dermoestética? Eh, ¿por qué no? Pues porque a nosotras nos gusta. Nos gustan sus canas, sus arruguitas, etc... Y puede que a ellos también les gusten nuestros cambios propios de la madurez, pero la publicidad no da tregua a una variación en esos rígidos patrones estéticos. ¿O sí? La publicidad no busca nada más que vender el producto: una vez más, depende de nosotras.
(CONTINUARÁ )
Y el próximo día, hablaremos de la soja.

sábado, junio 03, 2006

Queremos una corporación machoestética (1)


¿Podrían soportar los hombres el acoso publicitario continuo de una compañía que te recuerda a diario que puede suceder que:
-tus pechos no sean los mismos porque has tenido dos hijos, y claro... (más bien lo dan por seguro, como comprendiendo tu problema, claro, el de todas, claro, para que no te acomplejes, fíjate).
-tengas las piernas llenas de varices. Esto sí que debe ser un problema generalizado, porque en el anuncio salen todas las mujeres del mundo mundial con las piernas tapadísimas, todas menos la bienaventurada que ha ido a la CD, que además de no tener varices, encima no tiene envidia cochina, que a mi modesto entender es una cosa que hace más daño a nivel psíquico e incluso físico, porque causa arrugas, aunque claro, también ellos las arreglan, así que miel sobre hojuelas).
-el terror de los terrores: seguro, seguro, eres víctima de la celulitis. Cierto que ahí sí que tienen un 90% de posibilidades de acertar, incluyendo adolescentes, pero como más de una la ha palmao tratando de eliminar lo que a la postre no es más que un rasgo sexual femenino,
pues por lo menos nos podemos entretener cantidad coleccionando los eufemismos con los que disfrazan lo que antes era una liposucción: remodelamiento, lipoescultura, body building...
-tu rostro tenga arruguitas, arrugas, fallas y plegamientos. Ya sin comentarios, porque los haremos más tarde.
-otros... sin especificar, porque la publicidad solo es efectiva si limita sus slóganes y machaca sobre tres o cuatro temas.

No menciona la CD que:
-puede ser que no se te hayan desplomado los pechos porque simplemente has tenido la precaución de no quitarte el sujetador ni para dormir, amén de (y esto apuntarlo también para lo que sigue) haber heho sólo un poquito de ejercicio físico. Además, amamantar no solo no es perjudicial para los pechos, una lactancia bien llevada puede incluso endurecerlos y aumentar los pezones, incluso colorearlos, para más inri.
-las varices son un problema circulatorio que arregla la Seguridad Social gratis. Que también algo de ejercicio y mantenerse en un peso normal las previenen... y que cuando salen... puedes hacer lo que quieras... pero volverán a salir. Palabrita de amigas mías que se ha operado, las pobres.
-la celulitis no se cura, ni se destruye, ni se transforma. Después de una liposucción vas a tener que hacer lo que habrías tenido que hacer antes: ejercicio y alimentación sana. Hazlo antes, te ahorrarás 3000€ mínimo.
-¿De verdad queremos borrar los signos de nuestras alegrías, tristezas, todo aquello que podría volvernos “interesantes”? Recordamos que a los dieciocho años tenemos la cara que nos dio la naturaleza, a los cincuenta la que nos hemos buscado. Si es un careto, entonces sí, acude a la CD, pero no creo que sea nuestro caso.

Y tampoco menciona, y es peor, que..
-después de la CD, sí que tus pechos no volverán a ser los de antes. Su tacto será el de los pechos de la Barbie más o menos, besar tus labios (deben regalarlos con el lote de silicona, o bien te ponen los recortes en la boca como cuando haces masa de empanada -que por cierto es un ejercicio estupendo para los pectorales- y dejas los recortes para adorno) será como chupar la goma de la manguera. Y tus sensaciones... "¡Ay, amor que se fue por el aire!"...
-las varices vuelven, y vuelven, y vuelven, y duele tela el postoperatorio, y duele, y duele...
-la liposucción es una práctica de alto riesgo, le pongas el nombre que le pongas.
-la piel estirada no es expresiva.
-y otros...
(continuará, y además, después, hablaremos de la soja)


Con permiso de mi admirada MAITENA

martes, mayo 30, 2006

MI MEDIO POMELO

¿Encontraré algún día mi medio pomelo? Ya no creo que encuentre mi media naranja, y antes que se convierta en limón... parece que el amor se va a ir igual que la juventud. Y no quiero caducar para el amor entre hombre y mujer.

Tampoco voy a olvidar que ya he tenido tres. Ninguno de los tres por sí solo es el hombre perfecto, pero amiga... combinando una cosita de uno y otra de otro... ¡qué placer sólo pensarlo!. Ya he conocido al hombre sincero y al mentiroso, al frío y al cariñoso, al manitas y al torpe, al que tiene iniciativa y al que no la tiene, al que te cuida y al que tienes que cuidar... y así podría seguir...

De todos ellos me enamoré, parece raro ¿no? Todo es un equilibrio, pones en una balanza lo que te gusta y lo que no y añades una pizca de realismo (no existe el hombre perfecto) y te enamoras. Lo peor es cuando te han engañado y no te diste cuenta a tiempo de que tenía un defecto que desequilibra la balanza, lo razonable es dejarlo inmediatamente, pero en mi caso me quedé como se suele decir pillada. Bueno, esa es otra historia, la de por qué nos quedamos pilladas y atrapadas, psíquica, familiar y socialmente. La cruda historia de muchas mujeres que quieren a quien les hace daño.

Pues así se han quedado todos en el pasado, el que está completamente olvidado por malo, el que se recuerda con más penas que gloria, y el que aún quiero mantener en el recuerdo con una triste sonrisa, para que no se vaya del todo, amor que te mata porque no pudiste retener.

Pero ya ves, al final recompilas y ves que has tenido mucho, y que todavía puedes tener ¿por qué no? Y será un poquito una cosa y otro poquito otra, pero ya sé mucho de lo que no quiero, que lo que quiero puede que todavía no lo haya experimentado..., el próximo puede tener alguna cualidad desconocida para mí, me puede aguardar una sorpresa.

La vida es una aventura, y en el amor lo arriesgas todo, es peligroso como la ascensión a una cumbre, cuando estás arriba no quieres ver que puedes caerte. La única ventaja de caer es que te puedes volver a levantar y volver a ascender y vivir una aventura compartida, ¿con el medio pomelo? eso es lo que desearía, que no exista... ¡esa es otra historia!.

martes, mayo 23, 2006

Las mujeres, seres vivos

Recuerdo que cuando yo era chiquita y estudiábamos eso que se denomina ahora "conocimiento del medio" en el cole, nos definían a los seres vivos como aquellos que "nacen, crecen, se reproducen y... mueren".
Eso ha sido rigurosamente cierto para las mujeres: tras cuidar celosamente y destacar exageradamente todo aquello que recordaba nuestra capacidad de reproducción... una vez lograda ésta... justo... la muerte.
(En cambio, para los hombres, no parecía ser igual, no, ni siquiera sus ganas de reproducirse o de intentarlo disminuían, y no les ha dado vergüenza demostrarlo, es más, no se les ha invitado, incitado, impelido a ello).
Lo que acabo de decir no precisa de más explicaciones en cuanto a la vida real se refiere, porque los cambios, aun perceptibles, no son significativos. Pero esta vez parece ser que la revolución se inicia por arriba. Hace muy poco, en un semanal de EL PAÍS leí una interesante entrevista con una no menos interesante actriz, Isabella Rosellini. A sus 53 años recordaba cómo al cumplir los 40 le rescindían el contrato con Lancôme, por "vieja". (KARMENTXU MARÍN -"Con 53 años y dos hijos, dice que está satisfecha de su vida y que vive bastante tranquila. Le gusta leer a García Márquez y a Mario Vargas Llosa, autor de la novela que da título a su última película, y de quien se dice amiga. Ama la siesta, los animales y el arte, y reitera que le encantaría trabajar con Almodóvar"). Siento no poder enlazar a la página, pero el artículo en la web es exclusivo para suscriptores.

Isabella criticaba en esta entrevista las pautas que seguía la firma francesa para seleccionar sus modelos. Y con razón. En un momento en que ella ponía el rostro para productos dirigidos a mujeres maduras, la despedían para poner en su lugar una mujer con diez años menos, que representaría a las mayores de 40. Nada raro. Estamos acostumbrados a verlo en publicidad. Y es paradógico: para anunciar un limpiatodo, parten de un lugar exageradamente guarro, increíblemente asqueroso; para anunciar un antiarrugas, no parten de una momia egipcia. Parten del supuesto resultado, que no pasaría la prueba del carbono 14 en cuanto a la edad que pretenden.
También hace poco, un suplemento del mismo diario, supuestamente encaminado a revalorizar la belleza de las mujeres maduras estaba repleto de publicidad encaminada a disimular esa madurez lo mejor posible, con el auxilio de la que en estas páginas será nuestra "mejor amiga", la Corporación Dermoestética", y cremas y drenajes y masajes de todo tipo.
Pero la revolución parece que parte desde arriba, repito, pero... la demanda llega desde abajo. Una generación de mujeres que no se resignan a morir tras la reproducción está haciendo cambiar las pautas. Las pautas publicitarias, por lo menos:

"No encuentro tormento en envejecer"

Lo que nos preocupa todavía es que las actrices que van representando a la mujer madura y atractiva parecen todas ellas salidas inevitablemente del cirujano plástico. Y, lo que es más inquietante, no de ningún cirujano de la Corporación Dermoestética, porque de lo contrario dicha Corporación pondría como modelos a mujeres que de verdad tienen esa edad y se han operado y han quedado así de bien, y no a chicas muy jóvenes que evidentemente nunca han pasado por tan triste experiencia. ¿Qué haremos las bienaventuradas que hemos sobrevivido a la reproducción?
Pues claro está: seguir siendo atractivas y deseables por otros medios, aunque sean tan trabajosos como el cuidado del cuerpo mediante el ejercicio; y del cerebro, por muchos caminos, todos alejados del bisturí, seguro.


De todos modos, deciros que estáis preciosas, y que nos alegra veros ahí, todavía, vivas.

martes, mayo 16, 2006

¿Qué nos está pasando?


Fue al conocer a Laura cuando comencé a percatarme de mi declive. Por primera vez en mi vida de hombre me observaba más que me dejaba llevar durante el acto y me sentía más que sentía. También se plantearon por primera vez las odiosas preocupaciones por la dureza y el tamaño y me hacía falta asegurarme, con un movimiento disimulado de la mano, de que estaba “listo”. No hay duda de que esto ocurría desde hace algún tiempo, pero no le daba importancia. Cuando me daba cuenta, achacaba mi falta de ardor a la falta de amor. Lo ponía en la balanza de lo que no importa. Me decía a mí mismo que mis relaciones con las mujeres eran cada vez menos anónimas, que se personalizaban demasiado, que no aceptaban la falta de autenticidad, la pobreza afectiva. Pero en los brazos de Laura no había excusa posible. Nunca había amado entregándome tanto. Ni siquiera recordaba mis otros amores, quizás porque la felicidad siempre es un crimen pasional: suprime todos los anteriores. Cada vez que estábamos juntos, nidos en el silencio de las grandes profundidades que deja a las palabras en sus trabajos de superficie y que, muy lejos, allí arriba, los miles de anzuelos de lo cotidiano flotan inútilmente exhibiendo el cabo de los pequeños placeres, los deberes y las responsabilidades, se producía el nacimiento de un mundo de sobra conocido por aquellos que saben de esta verdad, que a veces el placer consigue hacernos olvidar: vivir es una plegaria a la que solo el amor de una mujer puede responder.
Fuese en la habitación de Laura, en el Plaza o en mi casa de la calle Mermoz, los objetos más humildes se convertían en objetos de culto. Los muebles, las lámparas, los cuadros adquirían un significado secreto y en pocos días habían adquirido ya la pátina del recuerdo. Ya no había estereotipos, banalidad, egoísmo: todo era por primera vez. Toda la ropa sucia de palabras de amor que tanto miedo tenemos de tocar porque está cubierta de las manchas sospechosas que han dejado las mentiras, recupera su vínculo con los primeros pasos, la primera confesión, la mirada de las madres y de los perros: los poemas de amor ya existían antes de que los poetas escribiesen sus obras. Me parecía que, antes de conocernos, mi vida había sido una serie de apuntes, bocetos, esquejes de mujer, borradores de vida, borradores de ti, Laura. Hasta entonces, solo había conocido prólogos. La mímica amorosa, la multiplicidad, la variedad, los revolcones, todos aquellos hola y adiós al placer son una ausencia de verdadero don que se esconde tras el pastiche, “al estilo del” amor. A veces está tan logrado y no se nota demasiado el oficio, el savoir faire disimula la habilidad, hay espontaneidad, sobrevivimos con menos que nada y resulta hasta barato, incluso basta con el placer. Y además no podemos pasarnos la vida esperando una demostración de genialidad. La vida había dado muestras de genialidad cuando me presentó a Laura, pero eligió el momento más cruel*. No era que mi cuerpo otoñal se negase a funcionar, sino que me hablaba cada vez más de mí mismo y cada vez menos de Laura. Se me imponía como una pesada carga desde el principio del acto, tardaba en responder, me recordaba constantemente mis límites y, mientras yo ardía de fervor impaciente, él exigía comedimiento, puestas a punto y mimos [... aquí un diálogo entre el autor y Laura que deja entrever lo encantadora que es ella...]

Aquel que fui una vez viene al encuentro, pero la ceguera, la alegría y las ganas de vivir, de dejarse llevar, de embriagarse, de entregarse sin reparos y sin control han dejado paso a una prudente preocupación de economía doméstica: he ganado hábilmente diez minutitos con las caricias preliminares para evitar el agotamiento si ella tarda demasiado. Mi propio placer me trae sin cuidado y ¿cómo podría ser de otro modo, si se trata de una cuestión de vida o muerte? Mi empeño es tal que no sé si lo que me pasa es que tengo miedo a perderte, Laura, o si solo tengo miedo a perder. Vivo el desgarro de la ternura infinita, de la dulzura de un cuerpo que confía demasiado en mi fuerza. Hay momentos de descarada ironía en los que llego a oír los gritos de los hinchas que vienen a animar la selección en el Campeonato del Mundo.
Puedo añadir algo mucho más cómico. Cuanto más aumenta mi ansiedad más necesito una “segunda vez” para quedarme tranquilo. Es un margen de seguridad que me doy con vistas a la jubilación. Alguna vez llego a conseguirlo, movilizando todos mis recursos nerviosos y aprovechándome hábilmente de la exasperación que azuza mi corriente sanguínea. Y cuando el rostro de Laura comienza a zozobrar y vuelve luego a la superficie buscando el mío, lo único que consigo con mayor facilidad es sonreír con denodada suficiencia, una sonrisa tierna, algo protectora... y tan viril.
Llevábamos seis meses juntos y tú no te habías dado cuenta de nada, amor mío. Yo estaba aguantando bien. Y como todas las personas felices por naturaleza, eras poco exigente y ni siquiera sabías que lo eras tan poco.
Nos quedamos dos días más en Venecia, recorriendo la ciudad de arriba abajo durante horas, entrando en todas las iglesias. Cuando volvíamos al hotel y yo te cogía entre mis brazos, eras tú quien decía: “No, Jacques, por favor, ten piedad, estoy agotada, no sé cómo haces, de verdad que eres una fuerza de la naturaleza...”
Me llenaba de esperanza. La cuestión era dar con un ritmo de crucero. Además, teniendo todos los museos de Francia a mi disposición todavía podía aguantar un trecho.
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PRÓXIMA ESTACIÓN: FINAL DE TRAYECTO es una novela escrita por Romain Gary en 1975. En ella el protagonista expone, con sinceridad absoluta, sus sentimientos al notar los primeros síntomas de declive sexual. Recomiendo vivamente la novela, no ya por su temática y por la naturalidad y claridad con que está tratada, sino por su calidad literaria. La podéis encontrar en Ediciones Demipage.
Hace ya bastantes años, muchos para el tema que tratamos, leí un libro sumamente interesante, El nuevo desorden amoroso, de P. Bruckner y A. Finkielkraut. Se editó en 1979, por tanto es casi coetáneo del libro de Gary. Se trata de un libro escrito con todo rigor científico y que cubre todas las múltiples facetas que interesan en el tema del amor y el sexo. Pero este libro es ya una curiosidad antropológica, porque en el tiempo que ha pasado desde su publicación hasta ahora, ha habido en nuestra sociedad tres revoluciones en el tema de nuestras relaciones amorosas que lo han trastocado todo: la viagra, la cirugía estética barata y al alcance de todos, y la desdramatización del divorcio y, por tanto, su aumento exponencial.
Sin embargo, la novela de Romain Gary no pierde vigencia. Por que es el problema del declive sexual masculino visto desde dentro, con miedo y con angustia, sin esperanza. He subrayado las frases que más me han conmovido o me has parecido más significativas en el texto que transcribo, y me voy a limitar a comentar esas pocas frases.
®vivir es una plegaria a la que solo el amor de una mujer puede responder.
Ya no había estereotipos, banalidad, egoísmo: todo era por primera vez
la mirada de las madres y de los perros
El protagonista, hombre que ha tenido relación con muchas mujeres, se enamora o siente que se enamora por primera vez pasados los cincuenta años. A esa edad comienza a ser romántico. Se permite lo que para él habría sido siempre una debilidad.
®no sé si lo que me pasa es que tengo miedo a perderte, Laura, o si solo tengo miedo a perder.
En realidad para él es la misma cosa. Acostumbrado a creer que vale lo que vale su potencia sexual, para retener a la mujer que ama/que no ama, y acostumbrado a creer que vale lo que el número de sus conquistas en su vida pública y social.
®La vida había dado muestras de genialidad cuando me presentó a Laura, pero eligió el momento más cruel.
No es una mera coincidencia. Se enamora cuando su fuerza disminuye, y describe los síntomas como si fuera un adolescente, como si de verdad fuera la primera vez, desconcertado ante la invasión de ese elemento extraño al que siempre había cerrado las puertas, en un alarde de desapego viril. El amor más fuerte, el que nunca se olvida, no es el primero: es siempre el último, o el que se percibe como último.
®una prudente preocupación de economía doméstica: he ganado hábilmente diez minutitos con las caricias preliminares para evitar el agotamiento si ella tarda demasiado. Mi propio placer me trae sin cuidado
La preocupación por satisfacer a la mujer aumenta porque el protagonista se encuentra con una mujer joven, a la que supone sexualmente muy activa, y a la que quizá no sabe oír cuando ella demanda, sobre todo, ternura. Por primera vez, él derrocha ternura, pero no la supone suficiente, y, por supuesto, ni se plantea confesar su angustia a una mujer joven por miedo a su posible desprecio y, lo que es peor, a su posible alejamiento.
®Cuanto más aumenta mi ansiedad más necesito una “segunda vez” para quedarme tranquilo
Curiosamente, cuando su deseo sexual es menor.

®Y como todas las personas felices por naturaleza, eras poco exigente y ni siquiera sabías que lo eras tan poco
No se da cuenta de que él es más que suficiente para ella.

A estos temores del hombre que siente que va perdiendo su potencia sexual, incrementados por:
- los hombres, cada vez más, se encuentran en la situación de “conquista” a la edad de cincuenta o más, por el (o los) divorcio(-s), buscado(-s) o consentido(-s).
- a ser posible buscan una mujer más joven, tanto por sentirse más jóvenes ellos mismos como por suscitar envidia en su entorno masculino social.
La respuesta, o la exigencia de la sociedad es:
-Le reafirma en su sensación de que si el hombre no es sexualmente activo no es nada. Esto es extensivo a la mujer. Las campañas del ministerio de Salud y las concejalías locales se ensañan con los ancianos incluso insistiendo que a cualquier edad hay que practicar deporte y sexo, para morir en estado de perfecta salud.
-Ya existe la viagra. Lo que no se puede, se aparenta. Una pastillita y eres el rey del mundo. (no os perdáis, si ya podéis alquilarla, la película La mancha humana)

-El uso de la viagra, producto masculino, lleva a las mujeres de esa edad, que también tendrán sus crisis, pero no es hoy el tema, a intentar parecer más jóvenes a toda costa. De ahí también el auge de la cirugía estética.
¿somos esclavos de qué...?