martes, abril 10, 2007

El séptimo mandamiento



Leí hace unos días que Zaplana se gastó en turrón 23000 € de los contribuyentes. La verdad es que llevo leyendo sobre sus gastos de representación una semana entera, pero me cuadra, en lógica racional, que quiera ir más cómodo y se gaste 5000 del personal en un vuelo privado, que regale gemelos de oro a los figurantes como él que aún tienen el gusto de usarlos y se infle a chicles sin azúcar para paliar su evidente desaseo dental por servir mejor a todos los ciudadanos y no comer jamás en casita, que es lo bueno, que a él tanta mala vida le va a arruinar los higadillos. Pero... lo del turrón... no sé, ya me parece vicio. Semejante cifra debe dar para mucho turrón, aunque no lo adquiera como yo, a 0,50 cuando quieren largarlo todo en Carrefour. Me está preocupando mucho a mí el páncreas del susodicho, pero en verdad me preocupa más su vida eterna, que seguro no puede eludir porque es católico confeso. Y es que el séptimo pone “No hurtarás”. La verdad es que no sé si es una mala traducción del hebreo, como la del noveno (“no consentirás pensamientos ni deseos impuros”) o la del sexto (no cometerás actos impuros), pero seguro que sí, porque mi póliza de seguro del hogar no me indemniza si es un hurto y sí si es un robo, porque lo segundo debe ser más importante que lo primero. Sea eufemismo o no, el hurto se define como “sustracción sin violencia física” y lo mejor es de eso que quiero yo hablar, y no del robo, que sugiere más bien sujetos con mala pinta y arma blanca o negra en la mano.
Los que “hurtaban” eran hasta hace poco “ladrones de guante blanco”: sustraían objetos valiosos a personas a las que les sobraban.
Siempre ha habido timadores, vividores, usureros, gigolós, mujeres fatales. Cada cual en su especie, eran tolerados, asimilados por la sociedad de buen o mal vivir. Las categorías no han variado demasiado, pero se han sofisticado y publicitado hasta extremos increíbles.
Vamos con los usureros: las necesidades vitales del ciudadano occidental cada vez son más amplias. La vivienda es imposible de cara, y hay que aparentar no estar esclavizados/as por la hipoteca. Se exige a las mujeres que nos conservemos en perfecta forma hasta el umbral mismo de la muerte, y eso, aunque pongamos nuestra mejor intención en mantener la forma física mediante ejercicio continuado (que tras la jornada laboral y familiar casi ninguna quiere o puede), requiere unas sesiones mínimas de estética que cuestan un pastón (desproporcionado seguro, porque a mí me gustaría saber cuál es el coste real de un láser o una crema). A los niños hay que llevarlos a clases de casi todo: natación, inglés, taekwondo... Eso comporta en las familias la necesidad de tener no solo dos cuerpos, sino dos coches... Y muchas cosas más... Toda una cadena de gastos imposible de afrontar con dos sueldos (mucho menos con uno). Así que proliferan ahora los usureros, enmascarados en entidades de crédito de nueva generación que se ofrecen a englobar todas tus deudas en una, o a ofrecerte simplemente dinero supuestamente fácil en 24 horas. La verdad es que la banca oficial no es mucho más digna, honrada y altruista, y, por favor, huye de las tarjetas que te ofrecen amplios márgenes de crédito a cambio de tipos de interés que también te harán finalmente acudir a las reunificadoras de pagos...
Claro que Hermes protegía por igual a ladrones descarados, mendigos y comerciantes.
Por algo sería. Tampoco podemos estar pagando treinta gorrillas o vendedores de kleenex al día, para meter ya en el mismo saco de apadrinados a los pedigüeños.
Pero es que de los ciudadanos normalitos que tratan de entrar en el mismo saco de la codicia general desatada no se ocupa ningún divino patrón.
Yo recuerdo, cómo no, vosotros también, la cultura de la tapa. Te tomabas tu caña por veinte duros, no hace mucho, y tu tapa por otros veinte. Cobrábamos poquito menos que ahora. Pídete una cerveza hoy que lo mínimo es el euro. Las tapas están imposibles, la media son los dos euros. Pensar en que en muchos sitios fuera de la geografía sevillana te las ponen gratis con la bebida... Pero los hosteleros sevillanos que, como muchos de nuestros conciudadanos, creyeron vivir en Eldorado con la Expo, se quejan y lamentan amargamente de que las tapas les hacen perder dinero. Y ahora en Semana Santa comprendo que debe ser así, e incluso deben perder más todavía, porque ya dos semanas antes se nota un aumento de precios considerable: pobres, además imposible conseguir dónde sentarte en un bar en esas gloriosas fechas porque los taburetes impiden el apiñamiento en las barras, y en muchos sitios los quitan. Total, tanto turistas como capillitas llevan todo el día en pie, un rato más da lo mismo.
Los precios de la vivienda comenzaron también la espiral de violencia, perdón, la escalada expo-nencial por las mismas fechas. Y se empezó a dar un fenómeno muy contagioso: el punto de comparación para establecer el precio que se podía pedir por una casa o un piso no era lo que se pagaba, sino lo que se pedía por él. “Es que en esta zona están pidiendo por los pisos...” Y tú pensabas: “bueno, pues que pidan. Con no darlo...” Pero no. La estrategia, no adoptada por acuerdo ni conspiración alguna, sigue dando resultado: yo pido, tú pides, él pide... = yo pago, tú pagas, él paga.
Son dos ejemplos solamente. Pero sirven para llevarnos a una sencilla reflexión: se roba, perdón, se hurta a todas las escalas. No sé qué ocurriría si el que en un determinado momento critica por ejemplo a Zaplana por sus gastos de “representación” se viera en su lugar. Yo misma, por mucho que presuma de honradez, no sé si me quedaría con algo que no es mío. Pero sí sé una cosa seguro: que no me lo gastaría en turrón.
(Añadido necesario: Leo hoy en la prensa que La Fundación Lealtad detecta anomalías en la contabilidad y gestión de 70 ONG. Una lástima. pero no culpemos al colectivo ni metamos a todas las ONG en el mismo saco: en todos lados hay indeseables).

domingo, abril 01, 2007

"Cambio radical"


Sé que debería ver el programa antes de escribir esto, pero me da mucha grima, así que me he limitado a visitar su página web, que también me ha dado mucha grima. No solo por el tema, que ya sabréis los habituales que soy una “forofa” de las operaciones de estética, sino por el circo mediático que se va a montar con ellas.
Asco me dan los cutreprogramas por los que desfilan personas exhibiendo todo tipo de desgarros y miserias morales para regocijo del público que gusta de ellos. Pero para mí ya ronda lo descabellado o lo demencial lucir la propia podredumbre física en todos sus detalles... ¿para qué?
¿Para transformar el propio físico? Eso se puede hacer con suma discreción, por ejemplo, en la Dermoestética. No consiste en eso solo, entonces. Añadamos complementos circunstanciales:
¿Para transformar el propio físico de forma gratuita? En fin, no sé, se pueden presentar esas señoras (sí, “señoras”, de eso trataremos infra) a cualquier otro concurso y operarse con la pasta obtenida.
¿Para transformar el propio físico saliendo en la tele? Creo que ahí le hemos dado. El espíritu que guía a estas mujeres al presentar públicamente su miseria corporal y el hipotético arreglo de la misma es el mismo que induce a las que aparecen cotidianamente en los programas de telebasura exponiendo sus intimidades.
El programa nos lo vende así:
“un gran equipo compuesto desde (cirujanos plásticos, psicólogos, ortodoncistas, nutricionistas, estilistas, entrenadores personales, oftalmólogos, etc.) modelan los cuerpos y el rostro de los participantes, aunque lo mas importante es que los candidatos a través de las operaciones de cirugía estética se sentirán mejor física y psicológicamente, ya que este programa es exclusivo para personas que por su condición física desarrollan complejos que no les dejan llevar a cabo una vida normal”.
¿Una persona que pasa por televisión para todo esto puede llevar después una vida normal? ¿Es normal esa persona, ya para empezar? Su vida, supongo, será un escaparate a partir de ahí. Y supongo que lo sabe esa persona y, puesto que lo sabe, supongo que lo busca. Engrosar las filas de los famosillos que dan de comer a las revistas del corazón y los programas de TV equivalentes, que a su vez hacen su fortuna (¿y/o su desgracia?).
Pero “tranqui”: esas personas deben ser supernormales, no paranormales. Los requisitos para solicitar la dudosa suerte de la participación en el programa son los siguientes (según las mismas fiables fuentes):
  • Tener buena salud en general.
  • Ninguna enfermedad.
  • No depender de ninguna medicación.
  • No fumar.
  • No beber alcohol.
  • Buen equilibrio psicologico.
  • Tener buena relación familiar.
Lo siento. No me lo creo. No creo que una persona que reúna estas condiciones se presente a semejante programa. De hecho, visualizando los vídeos de las candidatas veo que su relación familiar no es nada feliz. Una mujer, por cierto, bastante mona de cara, pero simplemente gorda, quiere cambiar incluso su rostro porque dice no gustar ya a su marido. Y es una candidata aceptada. Ha superado el duro casting. Porque otra cosa que me alucina es que aseguran ellos que las solicitudes son “numerosísimas”.
¿Tan enferma está nuestra sociedad?Y peor aún: el 80% de esas solicitudes son de mujeres. Y la publicidad del programa, que en su página web asegura que es imprescindible “tener buena relación familiar” difunde mensajes como “si cambio, mi pareja no me abandonará”.¿Tan inseguras estamos las mujeres hoy día?
En la generación de nuestras madres estábamos mejor a ese respecto. Las mujeres se casaban, tenían hijos, y engordaban y se deformaban alegremente, puesto que era considerado el envejecimiento y el deterioro como algo natural.
Ahora que vamos demostrando que somos algo más que un cuerpo se produce el extraño fenómeno de que nos obsesionamos con nuestro físico. Hablo de obsesión porque no se trata del normal deseo de lucir atractiva y de un mínimo entrenamiento para conseguirlo que necesariamente ha de aunar ejercicio físico y cosmética. Hablo de comprometer la estabilidad económica, la salud mental y la corporal y, en el caso que nos ocupa (el del programa en cuestión) la dignidad personal.
Esa dependencia obviamente creciente de la mirada del macho ¿a qué se debe? La respuesta, supongo, es demasiado compleja, y yo misma no tengo una opinión bien formada sobre el tema. Sirva solo para la reflexión esta cuestión en particular.
Otra cosa es : ¿Cómo de interesantes han de ser los beneficios económicos del programa para pagar tan nutrido grupo de personal competente, tanto en el terreno médico como en el televisivo? Está claro que calculan que la audiencia será enorme. Yo os invito a no incrementarla, claro está, si pensáis, como yo, que es un programa que nos denigra como personas en primer lugar, y como mujeres de forma accesoria, pero no menos importante.
Nota: en la página en cuestión abundan las incorrecciones ortográficas, puesto que en el equipo no figura ningún corrector de estilo. Por tanto, disculpad las que veáis en los entrecomillados.