miércoles, noviembre 15, 2006

SEXUALIDAD A PARTIR DE LOS CUARENTA (II)

Pintura. Desnudos en la playa. José Togores

Hablando de sexo y de hombres cómo no, que es de lo segundo que hablamos las mujeres, primero está comentar qué chaqueta tan monísima y que nos contemos dónde está comprada, cuándo y todo lo relacionado con la chaqueta en cuestión, pues de sexo, tenemos que llegar a una conclusión que a simple vista no parece tan obvia, y es que se puede tener cantidad pero ¿calidad?
Empezamos por el tamaño, que sí que importa, ¿quién dijo que no? Una cosita pequeña ni te das cuenta de dónde está, parece que se juega al escondite ¿estará o no estará?
Con un aparato grande casi es preferible salir corriendo, antes que produzca molestias proporcionalmente considerables al tamaño en cuestión. Qué verdad es que el término medio suele ser una virtud, o si acaso un pelín más como cuando se pide un poco más de tarta, pero sólo un poco, para no empachar.
Luego está la pericia, que sean personas hábiles con el tacto, vamos, que tengan buena mano, de pianista, y de gramática, hábiles con el verbo y la palabra. Con el ritmo, ni una batidora ni que tengas que andar mirando el reloj, que sea como una coreografía donde unas veces lleva el paso uno y otras el otro, con la misma canción interior.
Pero donde está sin duda el mayor aliciente o la peor de las experiencias es en el olor. No sé qué tienen las hormonas masculinas, que mientras que unos huelen que te dan ganas de olisquear como una perra en celo, y te inundan con mil sugerentes aromas los sentidos, otros se convierten en la peor de tus pesadillas. El chico en cuestión empezó oliendo bien, pero conforme se fue calentando la situación, empezó a exhalar un tufillo que no veías la manera de poner tu nariz lo más alejada posible, y de cómo escapar de su mortífero abrazo hacia la ducha con urgencia, refregándote varias veces hasta que no quedó ni rastro de su olor en tu piel. Realmente es una mala experiencia.
Pero vamos a quedarnos con los buenos momentos, que contando quien falla en tiempo, en intensidad o que realmente no te pone, sólo queda una conclusión: ¡qué difícil es echar un buen polvo!