martes, febrero 27, 2007

Sobre los salvaslips y los tangas



Ante todo, preguntarme por qué se les llama salvaslips y no salvabragas a los salvaslips. Por lo menos, tanga sabemos por qué se llama tanga.
tanga (Voz tupí):
1. m. Prenda de baño que por delante cubre solo la zona genital y por detrás consiste en una cinta estrecha.
Claro que no teníamos que haber recurrido a la voz tupí: existe taparrabos. Tupíes se dice de los indios que, formando una nación numerosa, dominaban en la costa del Brasil al llegar allí los portugueses. Y, claro, tiene más glamour decir "tanga", que sugiere "mulata supermaciza"y "sensual carnaval brasileño"(lo cual pone), que no taparrabos, que hiede a "desarrapado e incivilizado negrito canijo"(lo cual inspira deseos de evangelizar), aunque sean la misma cosa.
Supongo que por el mismo motivo suena mejor "salvaslip", voz de espantosas cadencias que mezclan lo anglosajón con lo latino, que "salvabragas", que aún teniendo coherencia etimológica suena de un ordinario que no veas.
Lo que ocurre, me parece a mí, es que ya no queremos decir calzoncillos ni bragas. Que eso suena a las prendas de algodón blancas y bastorras "de cuello vuelto" que usaban nuestras madres y abuelas. "Braga" no sugiere "fina y sugerente lencería con encajes y transparencias", eso es cierto. Procuramos en todo caso decir "braguitas". Y aún así. Si podemos llevar "tanguitas" no llevamos "tangas".
No sé por qué, la verdad. El ir lo más destapada posible no es siempre lo más estético. Un mínimo "tanguita" sobre un maxiculo abultado de celulitis inspira más deseos de vomitar que de practicar el coito. A la mayoría de los hombres que conozco que son medianamente refinados les gustan más unas bragas bonitas que un cordoncito de nada. Lo que ocurre es que hay hombres que no han tenido más opción que elegir entre las antieróticas bragas de algodón o el tanga hortero. Porque, vamos a decirlo ya de una vez, el tanga es una horterada.
Y vamos a decirlo de otra vez, es incómodo. Un cordoncito metido en la vulva es una irritación y un incordio. Hay mujeres que dicen que se acostumbran. Será verdad. El ser humano es acomodaticio. pero es que, además, el tanga es insalubre. El roce del cordoncito provoca irritación, a la que el cuerpo responde con mayor producción de flujo que no tiene superficie de algodón en que ser absorbido (las braguitas de encajes, tan eróticas ellas, no suponen renunciar a esa ventaja)... y esa superproducción y omnipresencia del flujo provoca hongos e infecciones. Así es, sencillamente.
Eso encanta a los fabricantes de salvabragas, que llegan incluso a diseñar ese molesto invento para los sucintos tangas. Flujo absorbido, problema omitido. Pero no es así exactamente. Porque ocurre que...
1º.- Lo de "flujo absorbido" habría que verlo. La mayoría de los salvabragas tienden a invertir su posición, dejando el lado plastificado y pegajoso en contacto con la vulva. Eso hace unos años era mayor problema, porque no nos depilábamos esa zona, y el salvabragas había que arrancarlo, no quitarlo. Ahora no, porque casi todas las féminas se rasuran esperando que caiga la breva del sexo oral a que tan poco dispuestos están los varones. Con el resultado de que, si bien no hay que arrancarse con dolor el artilugio, sí que hay que soportar los picores del vello cuando, indefectiblemente, vuelve a brotar. Lástima pura.
2º.- Si el salvabragas llega a cumplir su función, retiene el flujo. Pero eso no es mínimamente bueno para la salud genital, por la sencilla razón de que preservar esa humedad es nefasto: seguro nido de hongos.
Vale. Entonces, ¿qué hago yo con ese tanga de la foto? Pues muy sencillo: el tanga asomando por encima de unos vaqueros bajitos de talle motiva mucho a nuestros hombres, eso es cierto. Y lo primero es lo primero.

viernes, febrero 16, 2007

SOBRE EL ÍNDICE DE MASA CORPORAL


Otra vez los medios de comunicación se han hecho eco del “gran” logro de la pasarela Cibeles. Cinco modelos han sido rechazadas por no dar la talla: no llegaban a la mágica cifra de 18 de IMC.
Parece bien que se excluya a las modelos excesivamente delgadas. Lo que ya no parece tan bien es que se considere que una modelo con un índice de 18 no lo está, porque se trasmite esa idea a la opinión pública: que 18 es un índice de masa corporal normal. Y no lo es en absoluto.
Por supuesto, todo el mundo puede saber, a poco que se informe o se lea el ticket de la báscula de su farmacia, que un índice normal es aquel que se sitúa entre 20 y 25. Pero es que 18 es una cifra muy próxima a 20. Y se puede pensar que la diferencia consistirá en dos o tres kilos. Pero es mucho más grande. Lo voy a explicar poniéndome a mí misma como ejemplo, cosa que, como todo el mundo sabe, me encanta (no penséis que es por egocentrismo, es por comodidad: no tengo que ir a investigar más lejos):
Tengo un peso, más o menos estable, de 50 kgs., y una estatura de 1,60. Mi IMC es de 20 exactamente. Hace 10 años sufrí una anorexia nerviosa, no por querer estar más delgada, pero ese será otro tema. Pues bien. Con la misma estatura, evidentemente, puesto que ya hace muchos años que no crezco, y con 40 kgs. de peso, mi IMC era de... ¡18! O sea, que una variación de dos unidades en el IMC corresponde a la quinta parte de mi peso corporal.
Con 40 kgs. yo era un esqueleto ambulante. Una modelo de 1,80 puede aumentar bastante esa diferencia de 18 a 20 en ¡15! kgs.
Por tanto, el mensaje que trasmite a la sociedad la pasarela Cibeles es muy pernicioso, a pesar de sus buenas intenciones. No son muchas las modelos que tienen que rechazar, y en cambio se consigue muy buena publicidad gratuita. Por supuesto, los medios de comunicación han reaccionado investigando a fondo si ese mensaje es correcto. ¿No?
Pues no. Todos han alabado la iniciativa sin cuestionarla lo más mínimo.
Pero no os preocupéis. La publicidad en general sigue patrocinando el modelo estético del fideo, pero no hay que pasar hambre, no, ni caer en la anorexia: basta con llamar a nuestra amiga la Corporación Dermoestética, que ahora mismo pasa un odioso anuncio en el que se ve a una vendedora de tienda tonta de ropa que le dice a una pobre clienta que no hay talla allí para ella: “quizá en tallas especiales...”.
Por cierto, en una clínica de estética de Barcelona acaban de morir dos mujeres jóvenes tras sendas operaciones de reducción de abdomen y aumento de mamas (las dos ambas cosas). ¿No son tan víctimas esas pobres mujeres como las adolescentes anoréxicas de la obsesión por el físico?

Imagen gentileza de con esta boca en este mundo, de un montaje teatral, RÉQUIEM NUPCIAL de Marta Paccamici.

viernes, febrero 09, 2007

Tópicos de San Valentín

Llega San Valentín. Si eres hombre, te encuentras ante un problema. No sabes qué regalarle a ella. No es que falten posibilidades, incluso puede ser que sobren. Pero, generalmente, los hombres lo tienen difícil para hacer regalos. Aunque sepan que a su chica le encantan los pendientes de plata, o las novelas, o le pirra echarse perfume, o le gusta la lencería o la ropa en general... pues no, no lo tienen nada claro. Un mes antes de la fecha te andan rondando con la preguntita: “Oye, ¿qué quieres que te regale por San Valentín?” Y tú, un poco mosqueada: “Pues nada” (porque lo que en verdad te hace ilusión que te dé una sorpresa). Y él insiste: “Es que yo quiero regalarte algo”, y tú “No, déjalo, de verdad”... y eso varias veces al día, arreciando según se aproxima la fecha. Si resistes puede que consigas la sorpresa. Porque él tiene tres opciones: primera, no regalarte nada, efectivamente. Sorpresa asegurada, porque tú no te imaginas que pueda ser tan miserable. Segunda, ramo de rosas. Muy romántico, pero se estropea, cada vez más pronto. Y tercero, recurre a lo que sabes que te gusta. Pero si es un libro, puede que te regale una novela romántica; si es un perfume, no recordará tu marca; si es lencería, te caerá un incómodo tanga con un liguero de esos a los que se les pierden siempre los enganches; etc. Todo, claro está, porque se recurre al catálogo de regalitos tópicos.
Yo me pedí a los Reyes una lijadora eléctrica y todavía la estoy esperando...

Si eres mujer, tampoco lo tienes nada fácil. No hay más que ver las sugerencias de Venca: viendo estas cosas recuerdo siempre los regalos que mi madre le hacía a mi padre: calzoncillos blancos, calcetines grises, pañuelos de caballero, pijamas azul clarito... todo de lo más sufridito. Invirtiendo un poco más, la afeitadora, el mechero... El panorama no ha variado mucho. Ahora por lo menos fabrican bisutería bonita para hombres, pero casi todos los colgantes y pulseras son iguales. Desgraciadamente, para los hombres hay poco que elegir, por mucho que quieras al tuyo y por mucha imaginación que tengas.
Puedes regalarle, para sorprenderlo, un ramo de flores. O no regalarle nada. Seguro que no le molesta tanto como a ti. Y además no le preguntas mil veces qué quieres que le regales. Y eso ya es de agradecer.

De todos modos, y para los dos sexos, hay un recurso genial: el argumento ese de que San Valentín esa una fiesta comercial y tú pasas de ser un/una alienada consumista. Y si de verdad quieres tener un día especial con tu pareja, prepara, encarga o invita a una cenita romántica, un ratito de deliciosa charla y unos momentos de "intimidad".
Por cierto, por si él lo lee: eso es lo que quiero que me regales, caramba, no preguntes más.

miércoles, febrero 07, 2007

Cumpleaños


Hoy cumplo 48 años, qué barbaridad. Cada vez que cumplo (a partir de los 40, claro está) me digo a mí misma y a los demás: ya soy una señora. Por supuesto que al día siguiente me he olvidado de semejante planteamiento, pero... ¿Qué quiero decir exactamente con “ya soy una señora”? Pues muy sencillo: ya puedo relajarme, ya puedo, a partir de ahora, asumir que envejezco y dejarme por consiguiente envejecer tranquila. No hacer tanto ejercicio, no vigilar mi peso, no poner un especial cuidado en mi piel y mi pelo. Una vez leí un artículo de Rosa Montero acerca de la gente obesa en el que afirmaba que las personas que se abandonan de tal modo lo hacen por un afán subconsciente de esconderse del mundo, de construirse una cárcel de carne, de dejar de esforzarse por gustar, por seducir. De abandonar, en definitiva, esa carrera continua que es el cuidar el propio físico para gustar a los demás.
Ese deseo de abandonar pienso que lo tenemos todos alguna vez que otra. A mí me ataca una vez al año, justo el día en que añado una vela más a la tarta. Lo que ocurre es que me dura muy poco, y eso por varios motivos: primero, porque para mí la vida sigue siendo una tarta y quiero seguir poniéndole velas. Después, porque no se trata tanto de gustar a los demás como de gustarme a mí misma. También porque el deseo es algo que se retroalimenta, y deseas más cuando te sientes deseada, y al desear sigues produciendo feronomas y endorfinas, y eres más vital y más feliz. También porque no se trata solo de cuidar el físico, sino de cuidar el interior, porque para la belleza es indispensable la armonía.
Por eso asumo que soy una señora, pero creo que por ahí sigue en uso una expresión que me gusta especialmente: “una señora estupenda”, que me voy a aplicar muy satisfecha ahora mismo.

jueves, febrero 01, 2007

EL AÑO A LA VISTA


Comentamos un pequeño reportaje que aparece en El País Semanal del pasado domingo, que lleva este título precisamente. Sé que soy una pesada, pero por mucho que lo intente no lo seré nunca tanto como los listillos de los entendidos que nos dan los mismos consejos diez veces al año y nos suponen a todas (que no a todos) los mismos problemas y deformidades; y, por supuesto, las mismas conductas. Por supuesto, trata de los cuidados y precauciones que tenemos que tomar durante todo el año para conseguir, esta vez sí (como todas) llevar a buen puerto nuestros “buenos propósitos”.

ENERO: No figura. Pero por lo visto, y según la Sociedad Española de Hipertensión, nos lo pasamos acumulando de dos a cuatro kilos por barba.

FEBRERO: La cara y el cuerpo: Pilates, yoga o natación se imponen tras los excesos navideños. Cremas reparadoras para rostros estresados (¿de la masticación...?).

MARZO: Labios y ojos: mimos cosméticos para salvaguardarlos de inclemencias ambientales e inoportunas (¿!) gesticulaciones.

ABRIL: Tiempo de dieta: (otra vez????????) ¿Claro, el síndrome preplaya! Si se quiere adelgazar para el verano, conviene comenzar antes (pero... ¿no habíamos comenzado ya en Febrero?).

MAYO: Atacar la celulitis: Te explican lo que es, te recomiendan un par de productos pastosos y te vuelven a recomendar ejercicio.

JUNIO: Tripa plana: Aparatología (pasta gansa cada sesión...) cápsulas y cremas que, como todo el mundo sabe, no sirven para nada más que para beneficio de los laboratorios.

JULIO: Piernas ligeras: Aparte de sugerir que estás llena de hinchazones y varices, aquí te dan un buen consejo: “ingerir grandes cantidades de gazpacho y ensaladas”. Me apunto, aunque no tenga hinchazones ni varices.

AGOSTO: Sí al moreno, no a los kilos: Pero... ¿qué kilos? ¿no llevábamos haciendo dieta desde abril? Pues no. Ahora tocan los complejos saciantes para lucir biquini sin complejos (¿en qué quedamos, con o sin?) y el eterno exfoliante que prolongará nuestro moreno... no mucho, porque según esto, en diciembre ya estamos con un aspecto deplorable. Bueno, eso las que vayan a la playa, las que no no perdemos jamás el moreno.

SEPTIEMBRE: Recuperación del cabello: hecho polvo por el sol, el cloro... claro, como todas hemos ido a la playa... y ninguna nadamos hasta Febrero...

OCTUBRE: Una escapada fuera de temporada: (aquí todas somos millonarias y además sin trabajar). Por unos 800€ de nada, balneario (sin contar viaje y si vas sola, claro).

NOVIEMBRE: Manos y brazos en forma: por lo visto tenemos flaccidez, piel áspera y forma indefinida (¿qué forma indefinida, algo así como amebas?). Pesas, ya que seguimos sin nadar, y cremas reafirmantes, tan útiles como las antimanchas para las manos (jeje...)

DICIEMBRE: Mascarillas reparadoras: por lo visto la piel del rostro acusa el cansancio y la falta de tono...

Me he entretenido en ir sumando todos los productos y tratamientos que recomiendan: calculo que una mujer típica con cartucheras, brazos de ameba, michelines, piel apagada, manchas en las manos, el pelo hecho una pena y con unos crónicos kilos de más se tendrá que gastar unos 250 o 300€ al mes en seguir hecha una pena, porque a buen seguro el año que viene darán como cierto que todas seguimos teniendo los mismos problemas.
Fascinante.