No he visto un anuncio en televisión que me parezca “normal” sobre esta sustancia. No los he visto todos, por supuesto, pero los que he visto oscilan entre la ejecutiva que se mueve en un mundo de hombres y, por supuesto, necesita estar “a la altura de” (no vamos a ser mal pensadas, no vamos a suponer que existen en el anuncio connotaciones histórico-misóginas del estilo del suponernos “histéricas”, esto es, manejadas como títeres por nuestras variaciones hormonales, nuestro útero), y la señora que bebe su leche de soja en la cubierta de un yate, a la que el atractivo compañero pregunta que por qué bebe siempre esa leche (pregunta normal, por cierto, dado el sabor no muy agradable de la misma). Ella mira a la cámara con aire de misterio y entorne de ojos digno de mejor causa y pronuncia las significativas palabras: “cosas de mujeres”. Ante lo cual, tanto el compañero como los espectadores/as del invento nos quedamos igual pero preferimos no demostrarlo. Sobre todo él, que la toma por el talle y simula unos pasos de vals en el navío motivados más por la pasta que cobra por el anuncio que por el sex-appeal que la soja proporciona a su señora. Porque el mensaje publicitario está clarísimo en este caso: la soja borra los supuestos “hoy no, me duele la cabeza”, “hoy no, no estoy de humor”(estoy premenstrual), “hoy no, estoy cansada”; todo eso que se atribuye al supuesto menor deseo sexual de las mujeres y yo creo se debe a la indolencia de nuestros hombres en ese tema, que siempre esperan se lo hagamos todo (ya hablaremos de eso en otros capítulos). La soja proporciona absoluta disponibilidad; felicidad, por tanto, para ella, que puede hacer feliz a su hombre a pesar de su avanzada edad y alejar a los fantasmas de su posible sustitución por otra mujer más joven. Curiosamente, esa mujer más joven está sujeta a las oscilaciones de sus ciclos y caprichos uterinos incluso más que la madura, pero no necesita soja (¿?¿).
Nos quedamos con el insistente mensaje de que la soja, por su aporte en isoflavonas ( fitoestrógenos) regula el flujo de hormonas femeninas, reduciendo los sofocos de la menopausia y la pérdida de minerales en los huesos.
Las mujeres que conocemos nuestras limitaciones hormonales sabemos que el deseo oscila según nuestros ciclos, y es normal. También los hombres tienen un receso, y de ello hemos hablado. Pero si la bajada de la libido de debe a la meseta hormonal del embarazo, todos los mensajes de las autoridades sanitarias te harán sentir una anormal: la tranquilidad que te da saber que no puedes quedarte embarazada (sic) debe hacer aumentar tu deseo (en serio, también vosotras habéis leído o escuchado con o sin sonrojo tan evidente memez). El climaterio no tiene por qué acabar con la vida erótica (estamos de acuerdo, pero tampoco creo que sea como para intensificarla, sobre todo si llevas treinta años con el mismo señor, y teniendo en cuenta que para nosotras no hay viagra).
Así podríamos continuar indefinidamente, pero no es el tema de hoy nuestra sexualidad. Sí lo es la supuesta eficacia de la soja. Parece demostrado que tiene ciertas propiedades terapéuticas, tanto para el hombre como para la mujer: regula la tasa de azúcar en la sangre, siendo aconsejada en diabéticos, se recomienda para prevenir problemas del corazón y del sistema circulatorio, reduce el colesterol, es preventiva de cáncer de próstata...
Pero ¿Es la panacea? ¿No será que hay muchos intereses comerciales en la soja? Un interesante artículo de Gustavo Duch Guillot,
director de Veterinarios sin Fronteras, se refiere precisamente a este tema. Voy a reproducirlo en gran parte, dado que su mismo autor pide su difusión:
“La soja es una oleaginosa que Europa, en la década de los 90, por acuerdos políticos con EE UU, dejó de cultivar y que se ha convertido en el ingrediente estrella de los piensos que alimentan a nuestra ganadería: cerdos, vacas, pollos, todos engordan a base de soja. Y en una proporción mínima se utiliza para cosas parecidas a lo apuntado por la ciudadanía. La soja es por encima de todo un forraje de precio muy competitivo. España es casi 100% dependiente de la soja que importa de Argentina, Brasil y Estados Unidos. Somos un país soja-dependiente, es decir, si se cierran los puertos a la entrada de soja, en dos días nuestro ganado se queda con los comederos vacíos y nosotros nos convertimos forzosamente en vegetarianos.
Sepan que toda o prácticamente toda es soja transgénica, siendo este factor una de las razones principales de su bajo precio, pues su producción está totalmente automatizada y no necesita campesinos. Se siembra con unos tractores-robot que inyectan la semilla, añaden el herbicida y le dan una palmadita en la espalda para que crezca alegre y frondosa. El herbicida que requiere (de la misma empresa que las semillas) se rocía con avionetas -que tienen dificultades para diferenciar cuándo pasan por un campo de soja o sobre algunas viviendas o personas paseando- y mata a todo lo que no sea soja: malezas, insectos de todo tipo, personas, fauna, contamina ríos y acuíferos, etcétera. Toda esta tecnología sólo se la pueden permitir las grandes agroindustrias que han desplazado a millones de campesinos (han comprado baratas sus tierras, les han extorsionado con el beneplácito de las autoridades locales sobornadas o simplemente los han expulsado o destruido sus cosechas familiares).
Tanto resplandece la soja y tanta ambición genera que se están talando bosques primarios, selva amazónica y otros enclaves de un valor biológico insustituible para nuestro planeta. La planta de la soja es inocente. Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay sufren un modelo capitalista neoliberal que les ha conducido a ser simples productores de una materia prima para los países que nos alimentamos en proporciones demasiado altas de alimentos de origen animal. Los campesinos que ahora malviven en las villas miseria latinoamericanas o han salido a la emigración, los que han muerto rociados de venenos agrotóxicos o asesinados por su lucha son las víctimas. Nosotros, los consumidores, encontramos la carne a precios muy accesibles. Desconocedores de la realidad, somos en parte corresponsables y en parte víctimas: la agroindustria intensiva que funciona a base de soja nos garantiza nuestra alimentación pero ha dejado al medio rural español sin campesinos, con aguas y suelos contaminados, ríos muertos, etcétera. Nuestros impuestos se dedican a corregir estos problemas medioambientales y a paliar el coste sanitario que supone el aumento de enfermedades relacionadas con una mala dieta: sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares, etcétera. Y sólo ganan los dueños del capital que, como sabemos, no tienen alma pero sí estómago: se alimentan de personas. Caníbales con enormes fortunas”.
Nos quedamos con el insistente mensaje de que la soja, por su aporte en isoflavonas ( fitoestrógenos) regula el flujo de hormonas femeninas, reduciendo los sofocos de la menopausia y la pérdida de minerales en los huesos.
Las mujeres que conocemos nuestras limitaciones hormonales sabemos que el deseo oscila según nuestros ciclos, y es normal. También los hombres tienen un receso, y de ello hemos hablado. Pero si la bajada de la libido de debe a la meseta hormonal del embarazo, todos los mensajes de las autoridades sanitarias te harán sentir una anormal: la tranquilidad que te da saber que no puedes quedarte embarazada (sic) debe hacer aumentar tu deseo (en serio, también vosotras habéis leído o escuchado con o sin sonrojo tan evidente memez). El climaterio no tiene por qué acabar con la vida erótica (estamos de acuerdo, pero tampoco creo que sea como para intensificarla, sobre todo si llevas treinta años con el mismo señor, y teniendo en cuenta que para nosotras no hay viagra).
Así podríamos continuar indefinidamente, pero no es el tema de hoy nuestra sexualidad. Sí lo es la supuesta eficacia de la soja. Parece demostrado que tiene ciertas propiedades terapéuticas, tanto para el hombre como para la mujer: regula la tasa de azúcar en la sangre, siendo aconsejada en diabéticos, se recomienda para prevenir problemas del corazón y del sistema circulatorio, reduce el colesterol, es preventiva de cáncer de próstata...
Pero ¿Es la panacea? ¿No será que hay muchos intereses comerciales en la soja? Un interesante artículo de Gustavo Duch Guillot,
director de Veterinarios sin Fronteras, se refiere precisamente a este tema. Voy a reproducirlo en gran parte, dado que su mismo autor pide su difusión:
“La soja es una oleaginosa que Europa, en la década de los 90, por acuerdos políticos con EE UU, dejó de cultivar y que se ha convertido en el ingrediente estrella de los piensos que alimentan a nuestra ganadería: cerdos, vacas, pollos, todos engordan a base de soja. Y en una proporción mínima se utiliza para cosas parecidas a lo apuntado por la ciudadanía. La soja es por encima de todo un forraje de precio muy competitivo. España es casi 100% dependiente de la soja que importa de Argentina, Brasil y Estados Unidos. Somos un país soja-dependiente, es decir, si se cierran los puertos a la entrada de soja, en dos días nuestro ganado se queda con los comederos vacíos y nosotros nos convertimos forzosamente en vegetarianos.
Sepan que toda o prácticamente toda es soja transgénica, siendo este factor una de las razones principales de su bajo precio, pues su producción está totalmente automatizada y no necesita campesinos. Se siembra con unos tractores-robot que inyectan la semilla, añaden el herbicida y le dan una palmadita en la espalda para que crezca alegre y frondosa. El herbicida que requiere (de la misma empresa que las semillas) se rocía con avionetas -que tienen dificultades para diferenciar cuándo pasan por un campo de soja o sobre algunas viviendas o personas paseando- y mata a todo lo que no sea soja: malezas, insectos de todo tipo, personas, fauna, contamina ríos y acuíferos, etcétera. Toda esta tecnología sólo se la pueden permitir las grandes agroindustrias que han desplazado a millones de campesinos (han comprado baratas sus tierras, les han extorsionado con el beneplácito de las autoridades locales sobornadas o simplemente los han expulsado o destruido sus cosechas familiares).
Tanto resplandece la soja y tanta ambición genera que se están talando bosques primarios, selva amazónica y otros enclaves de un valor biológico insustituible para nuestro planeta. La planta de la soja es inocente. Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay sufren un modelo capitalista neoliberal que les ha conducido a ser simples productores de una materia prima para los países que nos alimentamos en proporciones demasiado altas de alimentos de origen animal. Los campesinos que ahora malviven en las villas miseria latinoamericanas o han salido a la emigración, los que han muerto rociados de venenos agrotóxicos o asesinados por su lucha son las víctimas. Nosotros, los consumidores, encontramos la carne a precios muy accesibles. Desconocedores de la realidad, somos en parte corresponsables y en parte víctimas: la agroindustria intensiva que funciona a base de soja nos garantiza nuestra alimentación pero ha dejado al medio rural español sin campesinos, con aguas y suelos contaminados, ríos muertos, etcétera. Nuestros impuestos se dedican a corregir estos problemas medioambientales y a paliar el coste sanitario que supone el aumento de enfermedades relacionadas con una mala dieta: sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares, etcétera. Y sólo ganan los dueños del capital que, como sabemos, no tienen alma pero sí estómago: se alimentan de personas. Caníbales con enormes fortunas”.
1 comentario:
Me parece fascinante el artículo de este doctor, estoy por corroborarlo con otras opiniones de ecólogos para comprobar su veracidad, pero no me extraña nada. Todos sabemos que el capitalismo es la serpiente que se muerde la cola, crea una panacéa para curar las enfermedades que ellos mismos, los capitalistas, nos animan a padecer (por supuesto sin tener conciencia de ello). En cuanto a la soja y a las connotaciones sexuales que tienen todos los anuncios relacionados, ¿por qué no sacan a una mujer trabajadora, que llega a casa y se encuentra la cocina sucia de la cena, las camas sin hacer, ropa y chismes tirados por todos lados, los niños guerreando y a su apuesto esposo con los pies por lo alto diciendo lo mismo que el del vals del anuncio que mencionas? Porque entonces nadie se creería que esa joven y guapa madre tenga ganas de acostarse ni con su apuesto marido ni con Richard Gere que llegara en persona. ¿Qué tenemos que esperar? ¿Que no tengan los hombres que implicarse en la vida familiar para ser atractivas y sexualmente activas? Porque está claro que como bien dices con un tío que lleva la tira de años contigo, que no se afeita ni se lava siquiera para estar a tu lado y que te deja todo el trabajo, ni la soja ni la viagra femenina si existiese hace milagros, como mucho la necesidad hormonal y a dios gracias.
Tengo un compañero que está a punto a jubilarse y dice que quiere hacerlo antes de ser demasiado viejo para hacer todos los planes que tiene aparcados por falta de tiempo y teniendo buena salud. Seguramente cada vez queremos vivir más y mejor y de eso se está aprovechando el capitalismo, ofreciendo la panacea de la eterna felicidad y coja vd. a su señora ahora que ya no le necesita.
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