Llega San Valentín. Si eres hombre, te encuentras ante un problema. No sabes qué regalarle a ella. No es que falten posibilidades, incluso puede ser que sobren. Pero, generalmente, los hombres lo tienen difícil para hacer regalos. Aunque sepan que a su chica le encantan los pendientes de plata, o las novelas, o le pirra echarse perfume, o le gusta la lencería o la ropa en general... pues no, no lo tienen nada claro. Un mes antes de la fecha te andan rondando con la preguntita: “Oye, ¿qué quieres que te regale por San Valentín?” Y tú, un poco mosqueada: “Pues nada” (porque lo que en verdad te hace ilusión que te dé una sorpresa). Y él insiste: “Es que yo quiero regalarte algo”, y tú “No, déjalo, de verdad”... y eso varias veces al día, arreciando según se aproxima la fecha. Si resistes puede que consigas la sorpresa. Porque él tiene tres opciones: primera, no regalarte nada, efectivamente. Sorpresa asegurada, porque tú no te imaginas que pueda ser tan miserable. Segunda, ramo de rosas. Muy romántico, pero se estropea, cada vez más pronto. Y tercero, recurre a lo que sabes que te gusta. Pero si es un libro, puede que te regale una novela romántica; si es un perfume, no recordará tu marca; si es lencería, te caerá un incómodo tanga con un liguero de esos a los que se les pierden siempre los enganches; etc. Todo, claro está, porque se recurre al catálogo de regalitos tópicos.
Yo me pedí a los Reyes una lijadora eléctrica y todavía la estoy esperando...Si eres mujer, tampoco lo tienes nada fácil. No hay más que ver las sugerencias de Venca: viendo estas cosas recuerdo siempre los regalos que mi madre le hacía a mi padre: calzoncillos blancos, calcetines grises, pañuelos de caballero, pijamas azul clarito... todo de lo más sufridito. Invirtiendo un poco más, la afeitadora, el mechero... El panorama no ha variado mucho. Ahora por lo menos fabrican bisutería bonita para hombres, pero casi todos los colgantes y pulseras son iguales. Desgraciadamente, para los hombres hay poco que elegir, por mucho que quieras al tuyo y por mucha imaginación que tengas.
Puedes regalarle, para sorprenderlo, un ramo de flores. O no regalarle nada. Seguro que no le molesta tanto como a ti. Y además no le preguntas mil veces qué quieres que le regales. Y eso ya es de agradecer.
De todos modos, y para los dos sexos, hay un recurso genial: el argumento ese de que San Valentín esa una fiesta comercial y tú pasas de ser un/una alienada consumista. Y si de verdad quieres tener un día especial con tu pareja, prepara, encarga o invita a una cenita romántica, un ratito de deliciosa charla y unos momentos de "intimidad".
Por cierto, por si él lo lee: eso es lo que quiero que me regales, caramba, no preguntes más.
Puedes regalarle, para sorprenderlo, un ramo de flores. O no regalarle nada. Seguro que no le molesta tanto como a ti. Y además no le preguntas mil veces qué quieres que le regales. Y eso ya es de agradecer.
De todos modos, y para los dos sexos, hay un recurso genial: el argumento ese de que San Valentín esa una fiesta comercial y tú pasas de ser un/una alienada consumista. Y si de verdad quieres tener un día especial con tu pareja, prepara, encarga o invita a una cenita romántica, un ratito de deliciosa charla y unos momentos de "intimidad".
Por cierto, por si él lo lee: eso es lo que quiero que me regales, caramba, no preguntes más.
1 comentario:
Hay otra opción, la que prefiere mi padre, que es: "Yo te doy la pasta y tú te compras lo que quieras". Y sorprende que recurra a esto si tienes en cuenta que cuando navegaba le traía a mi madre Chanel nº5, vestidos, etc. Tengo la firme sospecha de que treinta señores metidos solos en un barco acaban por utilizar la conciencia colectiva: A uno se le ocurre la idea, y todos le copian, en vez de estrujarse las meninges pensando cada uno qué querrá la esposa respectiva. Con sólo que uno de ellos tenga un poco de buen gusto, hay otras 29 señoras satisfechas...
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